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Caravana por la Paz en Chicago, se reune con lideres comunitarios
Raza Presente, Masa Ausente. La Caravana por la Paz visita Chicago.
Fuente: Frontera Movil
En Chicago no se celebra el día del trabajo en la misma fecha que en
el resto del mundo. Cada 1 de mayo, el mundo entero recuerda a los
trabajadores asesinados en el Haymarket Affair en Chicago, pero
en Estados Unidos el día del Trabajo se celebra el 3 de septiembre. El
Presidente Cleveland prefirió oficializar otra fecha, la de una huelga
anterior, para evitar entronizar un episodio que se asociaba con el
anarquismo y el naciente comunismo estadunidense. Precisamente en el
puente del día del trabajo, la Caravana por la Paz marchó 6 kms por el
barrio de la Villita (Little Village ) y hacia el área de Pulaski/Garfield Park.
Hace varias semanas se anunció que el contingente visitaría Chicago y
se manifestaría en la calles. La policía ya estaba apostada en el lugar
cuando llegamos. La condición era que si se reunían más de 500
personas, se podría ocupar un carril de la calle. Si eran menos, debería
restringirse a la banqueta. Como ha ocurrido en otros lados, faltaron
las masas y nos quedamos en la banqueta. Pero lo que no faltó fueron los
líderes sociales.
La
marcha por Chicago, como la Caravana en general, es una que funciona
mejor entre los enterados, los influyentes y los grupos más organizados y
politizados que entre la gente en general. En la calle 26 de la Villita
había familias tomando helado o pan dulce y disfrutando del puente.
Miraban con curiosidad al contingente, pero no participaban en él. Sin
embargo, entre los marchistas había líderes religiosos latinos y
afroamericanos de la zona, directivos del prestigioso National Museum of Mexican Art , ex líderes y miembros de un par de las pandillas más notables (Latin Kings y Satan Disciples), las cabezas de la National Association of Latin American and Caribbean Communities
(NALACC), reporteros locales y académicos de ambos países. En la
mañana, en las actividades en el Museo de Arte Mexicano, también había
habido mecenas del arte y célebres activistas de Chicago como Kathy
Kelly de Voices for Creative Nonviolence , una organización que
también trabaja en Afganistán, y protesta contra algunas de las
estrategias de guerra que afectan a la población civil.
A
la marcha, le tocó el atardecer mientras avanzaba hacia la zona
afroamericana de Garfield Park. Los vecinos detenían su paso, las
familias salían de sus casas para averiguar de que se trataba el
barullo. Algunos de los marchistas angloparlantes se detenían a
explicar.
Las respuestas siempre eran positivas. La consigna “No More
Drug War” tenía eco inmediato. La supuesta rivalidad entre latinos y
población afroamericana no se notó. El contingente avanzó hasta New Pilgrim Mount Baptist Church .
El reverendo Hatch hablaba en el estrado: “Nos volveremos a encontrar.
Porque ahora ya conocemos al enemigo en común. Sabemos que la guerra
contra las drogas es un guerra contra la gente pobre”.
Al parecer, el
reverendo había invitado también a la Nación del Islam. Afuera del
templo esperaban varios miembros del grupo al que perteneció Malcolm X.
Mientras la Caravana se despedía, el ministro asistente y posible
sucesor de Louis Farrakhan, Ishmael Muhammad, hacía suyo el micrófono.
Ishmael habla perfecto español porque vivió en México durante un tiempo.
Su hija –una señorita muy guapa- también estaba presente.
El discurso
de Ishmael insistía en ideas de raza. Los blancos quieren dividir a
negros y latinos, explicaba. No debemos permitirlo, conminaba.
Los
miembros de la Caravana ya iban de salida y no hubo mucho interés en
asociarse con este grupo, cada vez más marginal, de la lucha racial
estadounidense. Sin embargo, el discurso interesó mucho a uno de los
exlíderes de la pandilla Latin Kings. Se quedaron conversando un rato al
final.
La Caravana –sin quererlo- ha ido sirviendo de catalizador de
encuentros inesperados.
El día anterior, el Chicago Tribune había reportado la llegada de la
Caravana y subrayado que la violencia en México está conectada con la
violencia en Chicago. La nota era una invitación implícita a los
lectores a pensar el problema como un asunto común.
Hoy, más tarde, eso
mismo se discutirá con un grupo de académicos en la Universidad.
Si bien
los números faltan en la calle, entre la prensa local, los líderes
sociales y los enterados, la Caravana es un ocurrencia que merece toda
su atención. Javier Sicilia pide en la ciudad de Al Capone que se
terminé la prohibición; pide en una ciudad del arte y la arquitectura
que triunfe la poesía. Esta excéntrica caravana pionera, se aleja en la
noche de los suburbios a dormitar unas horas en una iglesia Luterana.
En
los silencios del final del día, el familiar de una víctima de la
violencia se pregunta ¿Y todo para qué?
Pronto se responde con el poema
de Emily Dickinson que citó Sicilia en su dicurso: para “que no tenga
que escuchar de nuevo el repicar fúnebre del cielo”.
Mario Arriagada
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