Tuesday, March 16, 2010
Census: Mexicans & Hispanics/Latinos Can Identify as Indigenous
By Roberto Dr. Cintli Rodriguez
Throughout the years, to prove to government officials the indigeneity of Mexican and Central American peoples, I have had to resort to using the imagery of ancient pyramids.
Unquestionably, it was the ancestors of Mexicans and Central Americans who built them – and who built them were Indigenous peoples, not Caucasians.
Try telling that to Jesse Acosta, chairman of the El Paso Complete Count Committee, who in a recent story in the El Paso Times, estimated that about 98 percent of Hispanics in El Paso are Caucasian. This is perhaps evidence that this misinformation has not yet been consigned to the pages of history. Either that or perhaps there is an acute shortage of mirrors in that part of the country.
I have had to use this imagery of pyramids because nothing else seems to work. Rather than use something ancient, I would rather use something living. But even before that, the good news is that this year, for the 2010 Census, if these peoples check the American Indian racial category (question #9), the Bureau will not interfere with the answer.
But back to the question as to whether these peoples are Indigenous, native or American Indian? The obvious answer is that the vast majority of Mexicans, Mexican Americans and Central Americans and most “Hispanics/Latinos” are not white. Among these populations, there indeed are a small minority of Caucasians, but the vast majority of Mexicans, Mexican Americans and Central Americans are either Indigenous, or “Indigenous-based mestizos” (relative to the Indigenous and African populations, not that many Europeans have historically migrated to the Americas). Some scholars refer to these populations not as mestizos but as “de-Indigenized” Indigenous peoples. Because most have never been given the choice or opportunity to make these choices, many have historically checked “other race,” only for census officials to redirect them into the white category.
The image I would like to utilize to better illustrate this answer is the following:
A few years ago, Julieta Villegas, a visiting elder at Nahuatl University in Morelos told some Mexican American educators that were there to learn the Nahuatl language this: “Most of you have lost your original [Indigenous] language, culture and ways, but do not for one second doubt that you are Indigenous. If you ever do, eat a tortilla.”
So how did Mexican and Central American peoples “become white” upon entering into the United States? They didn’t. This happens only on paper, including census forms and birth certificates, etc. It also happens when they are lumped into a broader category known as Latinos/Hispanics. In some parts of South America, there are higher concentrations of whites, but even there, several countries such as Bolivia, Peru, Ecuador, etc have even higher concentrations of Indigenous peoples. Many Caribbean countries have higher concentrations of Black or African ancestry.
Historically, government officials have steered peoples from these backgrounds – despite their heavily Indigenous backgrounds – away from the American Indian or “other” race categories and into the white categories. A smaller percentage are steered into the Black categories.
Not this year and not this 2010 Census says Nicholas Jones, chief of the racial statistics branch of the U.S. Census Bureau. Unlike previous census counts, he stated that Mexicans, Central Americans or Hispanics/Latinos who check the American Indian racial category will be counted as American Indians.
End of debate. The Census asks an ethnicity question (#8) and a racial question (#9). It does not ask a cultural question. Thus, if Chicanos, Mexicans, Central Americans, Puerto Ricans or peoples from South America feel like acknowledging their Indigenous racial roots, they now have that right.
If they are de-Indigenized or far-removed from their Indigenous culture, that is not of interest to the bureau. For those who have a direct connection, they can check American Indian and write in their affiliation, such as: Aymara, Quechua, Mixtec, Maya, Huichol or Yaqui, etc. If they don’t know their affiliation – which is perhaps the case for most Mexicans/Chicanos and Hispanics/Latinos, the bureau will accept “unknown,” “detribalized, “de-Indigenized” or “mestizo” or any other term that indicates or connotes Indigenous or American Indian ancestry.
Jones agrees that if done right, this will not affect the allocation of resources to the nation’s American Indian tribes or members of recognized tribes.
For those previously unrecognized as Indigenous peoples, this is not about resources, but about something very simple: respect and dignity and an acknowledgement that their roots indeed are ancient on this continent.
* For more info on this topic, please contact Maria Rocha & Mario Garza at the Indigenous Culture s Institute at: maria.rocha@indigenouscultures.org or mario.garza@indigenouscultures.org
Rodriguez, an assistant professor at the University of Arizona, can be reached at: XColumn@gmail.com
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Remember March 21, for the migrant reform!
Video: Why Mexicans celebrate Saint Patrick's Day?
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En la búsqueda de alternativas
Marco Rascón
Lo que podría llamarse la oligarquía mexicana sólo es posible porque la oposición política a ella está subordinada, dependiente, y son eslabones de la misma cadena que le sirve y apoya.
La principal característica de la oposición formal es su falta de independencia y lo que haría diferente una opción de opereta como la que existe, de una verdadera, no es la agresividad del lenguaje, los insultos y la descripción de que la oligarquía existe, sino la capacidad y madurez para proponer caminos distintos, construir opciones y definir cuál es el enemigo principal.
Una tarea fundamental de los que sustituyeron al PRI en los gobiernos era construir y defender como responsabilidad histórica la imposibilidad de regreso al viejo régimen. Esto no significaba ni eran necesarias alianzas electorales, pues en 2006 el viejo régimen se fue a un lejano tercer lugar, sino solamente establecer las nuevas reglas de la gobernabilidad para sustituir la vieja estructura por un funcionamiento moderno del Estado mexicano y sus instituciones. Para ello era necesario que las dos fuerzas principales, que en un momento gozaron de 70 por ciento de la representación legislativa, se pusieran de acuerdo en las reformas fundamentales para el cambio y la estabilidad, arrasando las viejas reglas escritas y no escritas que constituyeron la cultura priísta, anidada tanto en el Estado como en la sociedad.
El peligro central para la oligarquía era que uno de sus pilares políticos –sostén de los monopolios, proteccionismos, discrecionalidad, contratismo, exención fiscal, privilegios, control social y concesiones– estaba debilitado electoralmente y por tanto en la representación legislativa.
Frente al juego de tres, los dos de mayor fuerza se enfrentaron y convirtieron al PRI en el fiel de la balanza, regresándole la fuerza con el poder de veto, pues en esas condiciones la fuerza política del viejo régimen no podía unificar al país, pero sí impedir que se hiciera gobierno sin ellos.
Tras el repunte priísta en 2009, lo que no se hizo se convierte ahora en alianza electoral pragmática, en lucha ciega por el poder y reparto de los presupuestos. ¿Por qué hoy lo que se considera fundamental para derrotar al PRI en las gubernaturas no se hizo en 2006 bajo el concepto no de gobiernos, sino de un proyecto consecuente de transición?
Los pactos secretos y el intercambio de posiciones son el aborto de las reformas del Estado. Contra el PRI se alían PAN y PRD en lo electoral para disputar territorios en la carrera presidencial, pero hay pactos permanentes entre todos para defender el sistema de partidos, las concesiones, las exenciones y monopolios como ha sido el caso.
Las alianzas entre PRD y PAN no significan cambios cualitativos, sino salidas pragmáticas para que votemos por el menos peor. Es una competencia de clientelas y estructuras corporativas, no de democracia. Para la izquierda en lo particular, ha sido la claudicación en la lucha por la democracia y los derechos ciudadanos y una contribución al retraso del país y su descarrilamiento.
Ya no basta y no es posible seguir bajo los mismos términos de la oposición política subordinada a las encuestas, el barajar de personajes en pos de candidaturas, midiendo en mítines lo que significa vacío de programas y propuestas. La construcción de una opción verdadera debe ser colectiva, de ideas y programas, trabajando por la unidad conceptual y la integridad política. Son tiempos de empezar de nuevo, de sembrar, y no de reconocimientos o posicionamientos personales, que bajo estas reglas no significan cambio de nada, sino sustitución de un mal por otro.
Hoy, la oligarquía se mantiene sólo por la falla intelectual de la oposición crecida, pero ineficiente; capaz de cuestionar, pero incapaz de unificar al país, definiendo un rumbo distinto. La oposición simulada, funcional para el sistema de partidos, es ya inservible para resolver la cuestión nacional.
La búsqueda de alternativas pasa por definir en lo conceptual el significado de progresismo, democracia, cambio, reformas, diagnóstico y propuestas en las condiciones actuales. Impugnar siglas es fácil; deslindar en los hechos intereses particulares de los generales es difícil. Reivindicar la política necesariamente pasa por sujetar la práctica a la ética y los principios.
Si del sectarismo se pasó al oportunismo; si de la polarización se fue al pragmatismo, y hoy se hace política sobre las cenizas de las posibilidades quemadas, la opción es regresar a una política de principios, pensando un nuevo país, haciendo de las reglas y condiciones actuales una crisis.
La liberación nacional es una necesidad en todos los sentidos. La reconstrucción es ya exigencia táctica y estratégica, o salida autoritaria.
El próximo 18 de marzo, fecha de logros y definiciones nacionales, más la llegada de la primavera tras el largo invierno de enfrentamientos y violencia, es el momento para hacer pronunciamientos de fondo ante la crisis que vive el país.
http://www.marcorascon.org
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