Salma hace "vaquita" para Obama: 2 millones de dólares
- La actriz veracruzana fue la anfitriona del encuentro "Victory for Obama
Fundraiser" a la que acudieron celebridades como Kathy Perry, Lady Gaga
y Demi Moore.
La veracruzana Salma Hayek fue anfitriona de un evento de
recaudación de fondos para la campaña de reelección del presidente de Estados
Unidos, Barack Obama denominada Victory for Obama Fundaiser.
Además de la mexicana, estuvo presente la esposa del mandatario,
Michelle Obama, y la del actor Will Smith, Jada Pinkett.
Fue Pinkett quien se encargó fue de presentar a la esposa de Obama en el evento
realizado en su casa de Calabasas, California.
De acuerdo a información de agencias en dicho encuentro se
recaudaron más de dos millones de dólares. Una de las mayores cifras recaudadas
en un evento encabezado por una primera dama, según la agencia de marketing Creative
Link.
Algunos de los asistentes a destacar son la cantante Kathy Perry, Lady Gaga, la
actriz Demi Moore y la editora de Vogue, Anna Wintour.
De acuerdo a la información dada a conocer, los donativos para acudir a la
gala fueron de 2 mil 500 hasta los 40 mil dólares.
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Óscar Naranjo, cazador de 'narcos'. Contadores y mujeres de capos, las claves
Dominical • 27 Octubre 2012
Fuente: Milenio / reportaje: Santiago Gamboa
- Este policía cosmopolita liquidó al cártel de Cali con acciones
quirúrgicas, con inteligencia y sin un solo tiro. El autor del texto
desvela aquí que escribió sobre el tema a instancias de García Márquez.
Conocí a Óscar Naranjo a fines del siglo XX, exactamente en abril de
1999. En ese entonces él era director de Inteligencia de la policía de
Colombia. La historia de por qué lo conocí se remonta al inicio de ese
mismo año, cuando el director general de la policía, Rosso José Serrano,
coincidió con Gabriel García Márquez en una cena y le contó detalles y
anécdotas de las capturas de los seis máximos jefes del cártel de Cali
en apenas ocho meses, entre 1994 y 1995. “Debes escribir un libro”, le
dijo García Márquez. “Escríbelo tú”, respondió Serrano. Una semana
después me llamaron a mí. El libro sería una memoria en primera persona
de Serrano y García Márquez haría la edición.
Yo iba a ser el
ghost writer.
Y así se hizo (el libro se publicó a final de ese año con el título
Jaque Mate).
Fui a Colombia (vivía en Roma) a recopilar la información sobre las
capturas para empezar a escribir, y muy rápidamente me encontré en el
despacho del entonces coronel Óscar Naranjo, cerebro de los arrestos,
autor intelectual al que el general Serrano apoyó y dio carta blanca.
Recuerdo la impresión que me causó, pues ignoraba que en mi país hubiera
policías como él: un tipo elegante, culto, refinado y cosmopolita. Una
especie de James Bond colombiano. Naranjo llevaba 22 años en la policía,
siempre en labores de inteligencia, y junto con Serrano había cambiado
completamente el esquema de lucha contra el narcotráfico.
El combate contra Pablo Escobar y el cártel de Medellín, que culminó
en 1993 con la muerte del gran capo, fue algo sumamente conflictivo para
la sociedad colombiana, y por supuesto para la policía. Ese cártel puso
bombas, hizo terrorismo y se enfrentó militarmente al Estado dejando
muchas bajas en todos los frentes. La policía luchó en ese mismo
escenario, con un enorme costo en vidas, corrupción, desmembramiento,
pérdida de credibilidad. Por eso al combatir al cártel de Cali, en 1994,
la idea de Naranjo y del general Serrano fue crear un nuevo escenario
de enfrentamiento con nivel Cero de violencia, basado en la información y
la Inteligencia. No más operaciones de fuerza con centenares de agentes
y helicópteros, sino intervenciones “quirúrgicas” en las que no se
disparara un solo tiro.
Esa fue la premisa de la que se partió en medio de un escándalo
político sin precedente: la acusación de que el cártel de Cali había
dado seis millones de dólares a la campaña presidencial del ya electo
Ernesto Samper (1994-1998). Presionado por este escándalo, Samper dio
luz verde al general Serrano, y así el coronel Naranjo se transformó en
uno de los grandes estrategas de la policía.
Lo primero que hicieron fue establecer un perfil muy completo de cada uno de los
narcos: enfermedades, vicios, vínculos afectivos, familia,
hobbies,
debilidades, cuadro psicológico, personalidad, liderazgo, diversiones,
ideología, religión, pasiones, gustos gastronómicos, preferencias de
moda, marca de cigarrillos, marca de whisky o ginebra o vodka, marca de
reloj, tipos de mujer, y cosas tan detalladas como el peso, tipo de
sangre, fórmula de gafas, presión arterial y cuadro de glicemia. ¡Lo
sabían todo de cada uno de ellos!
Recuerdo mi sorpresa al ojear estos fólders de cerca de 200 páginas
cada uno. Me recordaban los perfiles que los vestuaristas del cine hacen
para cada personaje y escena de una película. Para recopilar todo eso,
me explicó Naranjo, se requirió de meses de investigación e
interrogatorios a detenidos del cártel y personas afines que habían
estado con ellos en diferentes situaciones: fiestas, aniversarios,
reuniones de trabajo, etcétera. A partir de ahí, la investigación se
dirigía a los suministradores de todo aquello que consumían en las zonas
en las que se había percibido su presencia a través de detecciones o
informantes, de modo que el círculo del mapa se fuera haciendo cada vez
más estrecho.
De este modo se procedía a un acercamiento a las casas de seguridad de cada
narco —que
por supuesto iban cambiando casi a diario—, hasta establecer
direcciones precisas mediante el estudio de las basuras, las
frecuentaciones del lugar, los horarios de luz en la noche, los ruidos.
Otros dos elementos claves para el seguimiento de los jefes del
cártel de Cali fueron las mujeres y el contador. La policía logró
establecer que el contador era incluso más importante que la compañía de
la mujer, pues era el que les confirmaba a diario su éxito, la
expansión de sus ganancias, su patrimonio. Por eso gran parte de los
seguimientos de personas que entraban y salían de las casas señaladas
estaban dedicados a identificar al contador, y una vez hecho, con un
seguimiento 24 horas, se podía llegar hasta los demás refugios del
narco,
comprender sus rutinas, conocer sus anillos de seguridad y proceder a
montar el operativo de captura, que debía ser tan inesperado y
contundente que no diera pie a ninguna clase de enfrentamiento. El
general Serrano solía decir: “A mí me gusta golpear al
narco a
las cuatro y media de la mañana. A esa hora o está dormido o está
borracho, y si está borracho lo más seguro es que esté desnudo y con
alguna mujer”.
A esto se sumó una campaña que tenía como fin “corromper” a los jefes
de seguridad de los capos del cártel, prometiéndoles a través de
anuncios por televisión jugosas recompensas, “resolución de sus
problemas legales y nueva vida en el exterior”. Con esto se creó
desconfianza al interior del cártel y se obtuvo mucha información sobre
sus casas de seguridad.
La primera detención fue la de Jorge Eliécer Rodríguez Orejuela,
hermano menor y tercer jefe del cártel. Era un tipo inseguro,
desordenado, cocainómano, con frecuentes ataques de nervios. Le gustaba
tomar aguardiente en las tiendas y continuamente rompía los esquemas de
seguridad. A pesar de su fortuna conservaba el gusto por las cosas
simples, de la calle. Al conocer estas debilidades, y sobre todo su
inestabilidad, Naranjo consideró que era más fácil hacer el operativo
fuera de sus casas de seguridad, y para ello dispuso una muy fuerte
detección telefónica y vigilancia en centros de videntes y pitonisas de
Cali, hasta que dieron con él y supieron la hora precisa de una cita. Al
salir lo detuvieron. La pitonisa, interrogada por los agentes, contó
que durante la cita había visto en la bola un “manto verde”. Jorge
Eliécer le preguntó: “¿Una finca?”. Y ella respondió: “No, la policía”.
La detención de Miguel Rodríguez Orejuela, el segundo de la lista de
Cali, fue otra operación “quirúrgica”, resultado de un laborioso estudio
y de muchos seguimientos. Un informante llamó para decir que lo había
visto entrar en un edificio del barrio Normandía, pero cuando Naranjo y
Serrano llegaron vieron que era un edificio de 18 pisos. ¿En qué
apartamento estaba? En este caso fue la devoción a la Virgen el factor
clave. La información sobre Miguel decía que en cualquier lugar donde se
encontrara lo primero que hacía era encenderle un velador a la Virgen.
La policía se apostó en un cerro al frente, para evitar ser detectados
por la seguridad del capo, y al llegar la noche, cuando la luz de todos
los apartamentos se apagó, en uno de ellos se encendió un resplandor
rojo y fluctuante. El velador les indicó qué apartamento era el suyo.
Cuando entraron Miguel estaba en calzoncillos metiéndose a una “caleta”
(escondrijo al interior de la casa). Tenía medio cuerpo por dentro y
estaba con su mujer y su contador. No opuso la más mínima resistencia.
En la captura de Gilberto Rodríguez Orejuela, el jefe máximo, el
seguimiento y la identificación del contador fue definitiva. Una vez
hecha se le montó un seguimiento 24 horas y se estableció que en sus
recorridos por la ciudad, sin mucha lógica, el contador cumplía con una
disciplina férrea para “evadir” cualquier operativo. Entre más alocadas
fueran sus vueltas, con idas y regresos sin sentido, vueltas atrás en
taxi, en autobús, etcétera, más indicios había de que la jornada
culminaría visitando a Gilberto. Y así fue. Los seguimientos escalonados
de agentes disfrazados de oficinistas y de dos mujeres que hacían
deporte en el barrio sospechoso, permitieron encontrar la casa. Cuando
la policía entró Gilberto no estaba por ningún lado, pero junto a una
estantería había astillas de vidrio en el suelo y un café aún caliente.
Al mover el estante lo encontraron con las manos en alto.
Años después, en el 2007, Naranjo fue nombrado director general de la
policía y desde ahí implementó nuevos operativos de Inteligencia contra
narcotraficantes ligados al paramilitarismo y con miembros de la cúpula
de las FARC que estaban más cerca del narcotráfico que de la lucha
armada.
No volví a encontrarlo personalmente pero supe de cada uno de sus éxitos.
En el 2010, el escritor y periodista Germán Castro Caycedo publicó un libro llamado
Objetivo 4, sobre cuatro operativos de la policía de Óscar Naranjo contra
narcos,
paramilitares y jefes guerrilleros, en donde las operaciones de
inteligencia, infiltración y heroísmo individual de los agentes lo dejan
a uno con los pelos de punta. Se trata de los guerrilleros
Martín Sombra y
El Paisa, y de los
narcoparamilitares Don Mario,
extraditado a Estados Unidos, y los hermanos Miguel Ángel y Víctor
Manuel Mejía Múnera. En estas alucinantes historias, agentes de la
policía se disfrazaron de campesinos, vagabundos de calle o
descargadores de camiones, con el fin de proporcionar información sobre
casas de seguridad, horarios y hábitos de vida que llevaron a las
capturas. Y siempre con el mismo sello: la búsqueda de la violencia
Cero.
No sé —nadie puede saberlo— cuánto de todo esto pueda ser aplicable a
México, y ese será el reto de Óscar Naranjo. En su trabajo dentro de la
policía colombiana su carisma personal y liderazgo fueron fundamentales
para lograr de sus agentes sacrificios y absoluta lealtad, algo que en
México, por tratarse de un extranjero y por generar desconfianza en los
rangos del Ejército —él viene de la policía—, parece muy difícil.
Supongo además que constitucionalmente no podrá dar órdenes directas a
las fuerzas armadas mexicanas, aunque sí aconsejar y compartir sus
experiencias con quienes puedan hacerlo.
Si bien comprendo las reticencias de algunos sectores políticos
mexicanos, ya que esto implica que un extranjero esté cerca del tema más
sensible de seguridad nacional de México, no comparto ni comprendo las
furibundas críticas: acusarlo de hacer el juego al cártel de Sinaloa o
de ser un “infiltrado” de Estados Unidos —como he leído— me parece
injusto y, sobre todo, infundado. En Colombia, hasta la cúpula de las
FARC desmentiría estas alocadas versiones.
Más bien pienso que es importante para México y Colombia estar alerta
y abrir canales de lucha conjunta contra los cárteles mexicanos, pues
éstos pasaron de ser intermediarios a apropiarse del negocio, y ya están
en Colombia, muy cerca de las materias primas. La cocaína, en el puerto
colombiano de Buenaventura, ya es mexicana.
Y hay algo fundamental por analizar: si el proceso de paz entre el
gobierno colombiano y las FARC, iniciado estos días en Noruega, llega a
buen puerto y la guerrilla se desmoviliza (Naranjo es uno de los
negociadores), ¿quién controlará los espacios de cultivo de coca que
hasta ahora maneja la guerrilla en Colombia?, ¿quedarán en manos de
facciones FARC renuentes a la probable desmovilización?, ¿trabajarán
éstos para los cárteles mexicanos, que ya son sus aliados?
Ese será el
nuevo escenario transnacional de lucha. ¿Lograrán los cárteles el
control de las zonas de cultivo en Colombia o, por el contrario, se
debilitarán por la acción conjunta de ambos países si se les logra
arrebatar la influencia en esas regiones?
Ante estos retos impuestos por
el salvaje capitalismo de la economía ilegal, con un narcotráfico
mexicano cada vez más presente en Colombia, la idea de una colaboración
anticárteles desde México con la asesoría de Naranjo, gran conocedor del
terreno y las circunstancias en las zonas de cultivo, no me parece algo
descabellado.