¡Pobres jóvenes! ¡Pobre México!
Ojo por ojo
Diario Milenio/ Álvaro Cueva
2012-11-11 •
Para conflictos, el de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). ¿Por qué? Porque es una trampa múltiple.
Le hace daño al gobierno de Marcelo Ebrard, le hace daño a lo que será el gobierno de Miguel Ángel Mancera, le hace daño a las izquierdas, le hace daño al PRD, a los habitantes del Distrito Federal y más allá, a los universitarios, a los jóvenes y a los maestros.
No atenderlo es permitir que esto crezca hasta que se traduzca en cuestiones todavía más delicadas, hasta que tenga un costo político.
¿Qué es lo que se supone que está pasando? Que la UACM está en huelga. ¿Y por qué está en huelga? ¿Acaso porque sus alumnos quieren estudiar más? No, es porque no están de acuerdo con la rectora que tienen y quieren que les pongan otra.
¿Y por qué no están a gusto con su rectora? ¿La señora es tonta? ¿Es mala? ¿Es una ladrona? ¿Los acosa? ¿Los maltrata? ¿Cuál es el problema? Que no pertenece al grupo del rector que estaba antes.
O sea, la escuela está cerrada por una cuestión de preferencias políticas, porque los muchachos que van ahí no van a estudiar, van a grillar.
¿Para eso les pusieron una universidad? ¿Para que hicieran su santa voluntad? ¿Para que se salieran con la suya? ¿Para que estuvieran más preocupados por la filiación de sus maestros que por sacar buenas calificaciones?
¿Y qué hace la autoridad? Nada, porque a nivel local unos se están yendo y otros todavía no llegan, y porque a nivel federal o magisterial no hay manera de intervenir.
Es una universidad chilanga, es autónoma y háganle como quieran mientras esos bonitos estudiantes se pelean entre ellos y bloquean las pocas calles que estaban sin bloquear en la capital del país.
¿Qué tiene esto de importante? ¿Por qué le mencionaba hace rato lo de Ebrard, Mancera y lo de todo lo demás?
Porque la UACM no nació como un proyecto educativo, nació como una maniobra política electorera de Andrés Manuel López Obrador.
Su idea no era darle una preparación universitaria a los pobres jóvenes que no tuvieron acceso a las grandes universidades públicas de la nación como la UNAM, el IPN o la UAM, era construir alianzas, aumentar su popularidad, multiplicar sus votos.
Y con el paso de los años pasó lo que tenía que pasar: su burbuja política se derrumbó, la UACM les está pasando factura al México de 2012 y nadie se quiere meter por sus implicaciones a nivel macro y micro, pero eso es un fracaso, una aberración.
A ver, ¿cuántos miles de licenciados, ingenieros, maestros y doctores han egresado de la UACM desde su fundación? ¿Cuántos están trabajando? ¿Dónde? ¿Cuánto les están pagando?
No y ni hablemos de las aportaciones de la UACM a la sociedad. ¿Dónde están los resultados de las investigaciones que se han hecho en sus laboratorios?
¿Dónde están los reconocimientos internacionales a todo lo que han hecho sus alumnos y sus maestros en los últimos años? ¿Dónde están sus resultados a nivel deporte y cultura? ¿Dónde?
¿Entonces para qué ha servido ese proyecto? Recibir a todo el que no puede o no quiere entrar a las universidades establecidas no es la solución a un problema, es provocar uno nuevo.
Si esos muchachos fueron rechazados de otras instituciones no fue por discriminación, fue porque no tenían el nivel para convertirse en universitarios, porque no aprobaron los exámenes de admisión, porque representaban una amenaza a nivel conducta.
¡Imagíneselo a todos encerrados en un mismo salón de clases! ¡Imagíneselos fingiendo que se van a graduar en el tiempo que les corresponde y haciendo como que al final van a obtener un trabajo digno y remunerado!
¿Usted tiene como compañero de oficina a un egresado de la UACM? ¿Usted contrataría a un exalumno de la UACM?
¿Usted le abriría las puertas de su empresa después de ver todo lo que han hecho en estos días? ¿Los está contratando el mismísimo Gobierno del Distrito Federal?
A esto me refiero cuando le digo que esto es un problema para universitarios, jóvenes y maestros.
Por culpa de unos la llevan todos y el conflicto en la UACM es una etiqueta que invariablemente está contagiando a todas las universidades públicas, a todos los jóvenes y a sus maestros.
Y, sumada a otras etiquetas que han estado pululando en los últimos días, ya es demasiado. ¡Pobres jóvenes! ¡Pobre México! ¿O usted qué opina?