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Wednesday, June 29, 2011

El viacrusis de los migrantes, en busca del american dream, o mejor dicho la pesadilla..!

A punta de R-15 los bajaron del tren: testigos del secuestro
- Narran los detalles del rapto de al menos 80 personas denunciado por el cura Solalinde y negado por las autoridades
- Los maquinistas son cómplices, aseguran
Foto
Los migrantes secuestrados el viernes pasado se trasladaban sobre el tren denominado La bestia. Salieron de Ixtepec, Oaxaca, y fueron interceptados en Medias Aguas, Veracruz. Foto Notimex
Ángeles Cruz Martínez
Fuente: Periódico La Jornada
Miércoles 29 de junio de 2011
El tren salió de Ixtepec, Oaxaca, a las 9 de la mañana con 250 centroamericanos y chiapanecos a bordo. La mayoría estuvieron en el albergue Hermanos en el Camino que dirige el sacerdote Alejandro Solalinde. Alrededor de las 14 horas llegaron a Medias Aguas, Veracruz, donde ya eran esperados por varios sujetos que a mentadas de madre los obligaron a descender.

Así lo declararon dos personas que también realizaban el viaje, pero alcanzaron a esconderse de los individuos que portaban armas R-15 y con amenazas subieron a decenas de sus compañeros a varias camionetas.

Los testigos alcanzaron a ver tres vehículos que se encontraban del lado que ellos bajaron del tren pero no saben nada de lo que ocurrió del otro lado.

Los testimonios de los migrantes que se salvaron, actualmente en resguardo para garantizar su seguridad, resultaron fundamentales para evidenciar las violaciones a derechos humanos que de manera cotidiana se cometen en contra de ciudadanos de otros países que buscan llegar a Estados Unidos, señaló Solalinde.

En entrevista puntualizó que de los 250 migrantes que abordaron el tren el pasado viernes 24, sólo 131 aceptaron proporcionar sus datos personales en el albergue. Por eso se conocen sus identidades, edad, lugares de origen y otros datos que Solalinde ya entregó a los consulados de los países en cuestión: 46 a El Salvador, 40 a Honduras, 39 a Guatemala y seis a Nicaragua.

A partir de las declaraciones de los migrantes, el sacerdote también comprobó que los maquinistas Marcelino Rasgado Altamirano y Aurelio Vázquez Salgado son copartícipes del plagio múltiple, pues no hicieron la parada donde acostumbran, sino que se siguieron de largo hasta la intersección con la línea que procede de Tenosique, Tabasco, y Coatzacoalcos, Veracruz. Se detuvieron justo donde se encontraban los delincuentes.

De acuerdo con la versión de los testigos, no hubo detonaciones de armas de fuego. Los sicarios se comunicaban con claves y en repetidas ocasiones mencionaron el número 28, aparentemente cuando se referían a niños y mujeres que también iban en el tren.

Para el director de Hermanos en el Camino la evidencia es contundente respecto de la participación de los maquinistas y, de hecho, ante las dudas expresadas por policías de Veracruz que el lunes estuvieron en el albergue en busca de información, les presentó el testimonio de un migrante que les relató cómo en otra ocasión anterior, los conductores del tren pusieron a un grupo de migrantes donde estaban los secuestradores.

No es la primera vez, afirmó Solalinde e incluso dijo que se les conoce (a los trabajadores del tren) por su participación en el trasiego de drogas y tráfico de migrantes a los que también extorsionan.
Todavía más, los dos migrantes que el pasado viernes lograron ocultarse de los secuestradores se volvieron a encontrar con los maquinistas, quienes los invitaron a quedarse en Veracruz, pues ahí podrían trabajar. Por suerte, indicó el sacerdote, decidieron regresar a Ixtepec y presentar la denuncia ante la Procuraduría General de la República (PGR).

Respecto a la posición de las autoridades de Veracruz que el lunes mismo negaron que hubiera ocurrido el secuestro, el activista dijo que es lo normal. Mientras Gerardo Buganza sea el secretario general de gobierno la entidad va a estar muy mal, pero ahí están las evidencias. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos documentó 9 mil 758 secuestros de migrantes en 2009, de los cuales una tercera parte ocurrieron en Veracruz.

Para 2010 la cifra se elevó a más de 11 mil plagios y nuevamente una tercera parte ocurrieron en la entidad que encabeza el priísta Javier Duarte. Eso no es una coincidencia, apuntó.
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Urgente: salvemos a Jalapa
Jaime Avilés
Fuente: La Jornada

Desde mañana, habrá tiempo de sobra para analizar los comicios en el estado de México, donde Alejandro Encinas sufrirá el quíntuple embate de Peña Nieto, Eruviel Ávila, el Instituto Electoral, y  los levantacejas, quienes impidieron a los militantes de Morena cuidar las urnas, por lo que tres de cada 10 casillas no serán vigiladas.

Pero en este momento lo urgente es mirar a Jalapa, donde el pasado 17 de junio, elementos del 63 batallón de infantería y de la SSP estatal mataron al menos a 11 civiles.

Si este acto monstruoso no sienta un precedente y pone un alto al terror de Estado, la capital de Veracruz podría convertirse en otra ciudad mártir, como Juárez y Monterrey.

En los últimos dos meses, decenas de adolescentes jalapeños han sido secuestrados y desaparecidos. Las balaceras en la vía pública empiezan a ser pan de cada día. El miedo se extiende y la impunidad se desborda. ¿Podemos hacer algo al respecto? Sí. Examinar con lupa los hechos del 17 de junio y comprobar que ese día, a las afueras de Jalapa, se produjo una auténtica matanza, tras la que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, declaró que las "fuerzas del orden" habían abatido a 11 "sicarios" y detenido a ocho más.

Podemos y debemos presionar a Duarte por todos los medios de la resistencia civil pacífica para que responda las siguientes preguntas: ¿Cómo se llaman esos "detenidos"? ¿De qué se les acusa? ¿Por qué no fueron presentados a los medios? ¿Cuál es el número de averiguación previa que sigue su caso? Y lo más importante, ¿dónde están? En cuanto a los "sicarios", ya sabemos que amigos y parientes de una de las víctimas difundieron en los medios electrónicos locales que, "sin deberla ni temerla", los soldados "torturaron y asesinaron" al ingeniero Raúl Tecatl Cuevas y a otros dos hombres que viajaban con él.

Cuando esta columna sabatina difundió esta información en su entrega anterior, la procuraduría estatal reveló la identidad de los acompañantes del ingeniero: Joaquín Figueroa Vázquez y Tito Landa Argüelles, pero reiteró que los tres eran "sicarios". Nada más falso. Joaquín era un mecánico altamente especializado que trabajaba, hacía 8 años, para la firma Triturados Río Seco, SA de CV, filial de Constructora Santa Clara, donde ganaba 7 mil pesos quincenales, pero no estaba asegurado por capricho del dueño de ambas empresas, Sergio Lara Hernández, amigo del procurador veracruzano, Reynaldo Escobar.

El jueves 16 de junio, Figueroa Vázquez, de 53 años, padre de tres hijos, llegó al campamento de Chichicaxtle, a 40 kilómetros de Jalapa, donde su patrón explota una cantera de piedra. Estuvo allí todo el día, cambiando los sellos del gato hidráulico de un camión de volteo Yucle, marca Caterpillar, y durmió en un vehículo donde sus deudos, el domingo después de la matanza, encontraron sus efectos personales.

El viernes 17, pasadas las 18 horas, Joaquín ocupó el asiento trasero de una pick-up blanca, de doble cabina, marca Mitsubishi, modelo 2009, tipo L200, placas XN-11-781, propiedad de Constructora Santa Clara, que manejaba el ingeniero Raúl Tecatl. Adelante, a la derecha de éste, se sentó el laboratorista Tito Landa Argüelles, cuya función consistía en analizar las piedras trituradas y clasificarlas. Era padre de cinco hijos; uno de ellos está enfermo de los riñones y necesita diálisis frecuentes.

Como todos los viernes, después de trabajar, Tito, Joaquín y Raúl emprendieron el regreso a Jalapa. Fueron vistos cargando gasolina a las 18:15 horas. De esto se deduce que salieron de Chichicaxtle, a lo sumo, a las 18:30, y que, gracias al empuje de la pick-up, recorrieron en 30 minutos los 40 kilómetros del trayecto, cargado de tráfico y abundante en curvas. Joaquín solía bajarse en Las Trancas, un pueblo que está después del campo militar 26-A, sede del 63 batallón de infantería, y a dos kilómetros y medio de la ex hacienda El Lencero. Tito se quedaba en otro punto, ya dentro de la ciudad.

Aquella tarde, sin embargo, al acercarse a la base del Ejército –a más tardar a las 19 horas– se incorporaron a una cola de vehículos, que pasaban a vuelta de rueda ante un retén puesto exactamente donde la barda perimetral del campo militar termina, frente a los lindes de El Lencero. Y cuando a la Mitsubishi le tocó ser revisada, los soldados obligaron a Tito, Raúl y Joaquín a salir de ella. ¿Qué ocurrió después? ¿En verdad se desató un tiroteo?

Familiares de Joaquín afirman que en el muro del campo militar no hay impactos de bala, pero que debajo de la hierba, justo donde estaba el retén, "hay grandes manchas de sangre y el pasto huele a sangre". Saquen sus conclusiones. Otros testigos cuentan que desde un helicóptero blanco con franjas negras, francotiradores uniformados dispararon contra los vehículos detenidos en la carretera, y que algunos pasajeros se echaron a correr hacia el monte y otros se cambiaban de automóvil.

Cuando la balacera acabó, los soldados mantuvieron el retén hasta las 23 horas. Los hijos de Tito y Raúl no supieron sino hasta el día siguiente que los cadáveres de sus padres estaban en la procuraduría. El certificado de defunción de Joaquín dice que el mecánico murió "a las 19:30" de "traumatismo craneoencefálico secundario (o sea, debido) a disparo de arma de fuego". Y el de Tito, que falleció "a las 17:30" por el mismo tipo de lesión.

Esto es ridículo. A las 17:30 Tito estaba en Chichicaxtle y no recibió uno, sino cinco balazos: dos en el cráneo, uno en un brazo, uno en un glúteo y uno en una pierna; además, tenía múltiples golpes en el rostro, los párpados inflamados y amoratados, y rasguños y raspones por doquier. Joaquín también presentaba dos disparos en la cabeza y tres en el plexo solar, una herida de cinco centímetros de longitud entre la barbilla y el labio inferior, además de golpes en la nariz y el ojo izquierdo.

Para identificar a sus padres, los muchachos tuvieron que ver horribles fotografías. En ellas estaban, muertos y bañados en sangre, Tito, Joaquín, Raúl y un desconocido, dentro de una camioneta negra (ellos, que habían llegado en una camioneta blanca). En el asiento trasero, Joaquín "lucía" dos pistolones encajados entre el pantalón y la camisa, y uno más en cada mano. Tito, sentado adelante junto a Raúl, sostenía un cuerno de chivo. También con cuerno de chivo estaba el ingeniero, pero los muchachos tardaron en reconocerlo porque tenía desfigurada la cara y lo habían asesinado con una ráfaga de 10 balazos y un tiro de gracia.

Los jóvenes se quedaron atónitos cuando los empleados de la morgue les dijeron que podían llevarse "los cuatro cuerpos". ¿Por qué, si eran hijos de "sicarios", no les hicieron ninguna pregunta? ¿Por qué les negaron el expediente del caso? ¿Por qué les entregaron los cadáveres en menos de una hora, como si quieran deshacerse de ellos? ¿Cómo se llamaban los otros ocho supuestos "sicarios"? Esto es lo que la sociedad civil debe obligar a responder a Duarte. ¿Por qué los mataron? ¿Por qué los envilecieron con tamañas calumnias? ¿Quién se va a encargar de sus huérfanos y sus viudas?

Por lo pronto, la CNDH delibera si investigará el asesinato de Joaquín Figueroa; su decisión se conocerá pasado mañana. En Jalapa, el pasado lunes, Duarte pidió a los directores de todos los medios de comunicación que minimicen cualquier información relativa a matanzas en la vía pública: “No les den primera plana, no las llamen balaceras, sino operativos”. A su vez, una fuente confiable filtró a esta columna que la procuraduría estatal se comprometió ante el "gobierno" federal a "dar número" (de supuestos "sicarios" muertos y detenidos) cada semana.  
Salvemos a Jalapa.

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