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Thursday, March 31, 2011

Las autoridades dan por perdida la batalla en Fukushima

La lucha por salvar los reactores de la central nuclear es imposible y la empresa Tepco propone desmantelarlos; la operación duraría meses

TOKIO, 31 de marzo.- Funcionarios del gobierno japonés dan la batalla por perdida. La lucha por salvar los reactores de la central de Fukushima es casi imposible de ganar, aseguraron algunos miembros del Ejecutivo.

De hecho, la propia compañía dueña de la central, Tepco, reconoció ayer que la única solución es desmantelarlos y reconoció que la operación para atajar la crisis nuclear desatada tras el terremoto del 11 marzo podría durar varios meses. Una opción que este jueves confirmó el primer ministro japonés, Naoto Kan.

Mientras tanto, los niveles de yodo radiactivo registrados en las últimas lecturas en las aguas próximas a la central superan ya 4 mil 385 veces el límite legal, según las mediciones de la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón.

Estos niveles hacen sospechar que la radiación se está filtrando de forma continua al mar, aunque los ingenieros y el resto del personal desconocen la existencia de vías de filtración.

Con estas cifras sobre la mesa, la agencia urge al gobierno a considerar la posibilidad de ampliar la zona de evacuación. Las autoridades recomiendan a los habitantes en un radio de entre 20 y 30 kilómetros de la central que se refugien en lugares más lejanos o no salgan de sus casas, pero no ha dado orden para el desalojo.

La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) también pidieron al gobierno nipón que se replantee dicha solución, si bien, el organismo de seguridad nuclear japonés ha precisado que esta petición no ha sido trasladada de forma oficial.

El jefe del Gabinete japonés, Yukio Edano, ha reiterado que pese a estas recomendaciones no hay planes de extender el perímetro de evacuación, según informó la agencia Kiodo. Sin embargo, el Gobierno sí ha decidido intensificar la medición de la radiactividad en la tierra.

Pese a ello, la compañía no cesa en su intento por enfriar los reactores y que la situación no vaya a peor. Los operarios de Tepco han reanudado este jueves los trabajos para eliminar el agua radiactiva de los reactores 1, 2, 3 y 4, cuya presencia ha complicado el restablecimiento de los sistemas de refrigeración, según ha informado la televisión estatal, NHK.

El objetivo es extraer el agua contaminada que a principios de esta semana se encontró en la base de los cuatro reactores, cuyo origen aún se desconoce, aunque se sospecha que podría proceder del tsunami o de los intentos de enfriar las instalaciones con agua.

Los expertos van a intentar trasladar las 600 toneladas de agua presentes en el túnel del reactor uno a un tanque cercano al cuatro, después de que las tareas para bombearla hasta la turbina condensadora se suspendieran tras quedar ésta completamente llena.

Mientras, los operarios estudian dónde almacenar el líquido de los reactores dos y tres, que también será bombeado desde la base. Una de las posibilidades que se barajan es depositarlo de forma temporal en una embarcación.

Sigue la Cobertura Especial: El drama de Japón

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Japón recibe más de 12 millones de dólares en donaciones del extranjero

Japón ha recibido ya más de 1,000 millones de yenes (12.25 millones de dólares) en donaciones procedentes del extranjero, así como 1,300 toneladas de material de ayuda para asistir a los damnificados del terremoto y tsunami del día 11.

La ayuda proviene de gobiernos y organizaciones de todo el mundo, del sector privado y de personas que han enviado donaciones para las víctimas del terremoto de 9 grados de hace 18 días.

El ministro de Exteriores japonés, Takeaki Matsumoto, expresó hoy la "sentida gratitud" de Gobierno de Japón por una ayuda a la que se han comprometido 134 países y regiones y 39 organizaciones internacionales, informó la agencia local Kyodo.

Asimismo, el ministro informó de que las donaciones superarán previsiblemente los 10,000 millones de yenes (122.5 millones de dólares) una vez se hagan efectivas todas la ayudas ofrecidas.

Matsumoto dijo que el Gobierno estudia cómo emplear el dinero que recibirá para ayudar en la reconstrucción de las zonas afectadas y a los miles de damnificados.

Las autoridades de aduanas de Japón indicaron que unas 1,300 toneladas procedentes de 29 países han llegado al aeropuerto de Narita-Tokio con bienes de primera necesidad como agua, comida, ropa, medicina o mantas.

Asimismo, 25 países de todo el mundo han enviado equipos de rescate o médicos para ayudar a los cientos de efectivos japoneses de la Policía, Bomberos o el Ejército.

El terremoto y tsunami del 11 de marzo devastó las provincias de Iwate, Miyagi y Fukushima y ha dejado por el momento más de 11,000 muertos, cerca de 17,000 desaparecidos y más de 200,000 refugiados.


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Video: brutalidad policiaca en contra de aficionados mexicanos, que asistieron al juego Mexico contra Venezuela, en San Diego Califonia, el aficionado no se defendia y el oficial estrella la cabeza del paisano contra el cemento, lo que le hace perder la conciencia, ante esto que dira Calderon?, si fuera Sarkozy cuando menos enviaria una nota de protesta en los medios.





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Libia: resolución y secuelas
Jorge Eduardo Navarrete (I)
Es probable que sea cierto que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas establece un parteaguas en el contenido y alcance de las reacciones de la comunidad internacional ante situaciones nacionales que son intolerables por violentar de manera flagrante y repetida el derecho internacional humanitario y los derechos humanos. 

La forma en que un gobierno constituido responde a actos de rebeldía de sus ciudadanos es asunto que concierne al Consejo de Seguridad si constituye un riesgo para la paz y la seguridad internacionales, como lo determinó el propio consejo. 

Hay que recordar que, en el año cuyo número lleva la resolución, el consejo no se ocupó del cruento alzamiento de las fuerzas armadas de Chile que depuso a un gobierno legítimo e hizo sufrir a la población vesanias de las que pudo ser protegida. Otras omisiones egregias del consejo, en África y los Balcanes, sí se han evocado. 

En un contexto regional en que movimientos populares han provocado, en un lapso tan breve que se antoja inverosímil, dos cambios de régimen virtualmente incruentos, resultaba en especial chocante la atroz intención del coronel de mantenerse en el poder, así como sus abusivas acciones para conseguirlo. Es muy difícil argumentar –como ahora lo hace el presidente del Council on Foreign Relations– que no existiera en Libia el riesgo de que la población fuese masacrada al perseguir a los opositores hasta los armarios de sus casas, como amenazó el coronel, quien según Richard Haass sólo trataba de intimidar a opositores potenciales (NYT, 28/03/11). 

El principio de no intervención en los asuntos internos de los estados no se inscribió en la Carta de las Naciones Unidas para amparar atrocidades tales. Enhorabuena la resolución del consejo de proteger a la población libia. 

Dicho esto, deben escudriñarse dos órdenes de asuntos: respecto de Libia, la idoneidad de los arbitrios autorizados para alcanzar esa finalidad, así como la forma en que se han puesto en práctica desde el 17 de marzo, y, respecto de una región en plena ebullición, qué significan la resolución y sus motivaciones para otros países en que ante manifestaciones sociales parecidas se ha respondido con la violencia, nacional o importada. Comencemos con la resolución y sus secuelas.

Es lamentable que no sean abiertas todas las deliberaciones del consejo. No queda sino suponer que la opción por establecer una zona de exclusión aérea y prohibir la invasión del territorio no se originó en criterios de celeridad y eficacia, sino más bien en el amarguísimo sabor de experiencias recientes.

Como demostraron las operaciones bélicas de la coalición, desde su inicio se produjeron víctimas laterales y se incurrió en la paradoja de provocar muertes inocentes para proteger vidas también inocentes. La urgencia de extender la protección imposibilitó, es cierto, una cuidadosa planeación de las operaciones y de los criterios y protocolos a los que debían sujetarse. Incluso tras el muy demorado acuerdo de confiar a la OTAN el mando de las acciones aéreas, prevalece un ambiente cercano al todo se vale y ha dejado mucho que desear la coordinación de las acciones militares y su congruencia con los objetivos políticos.

Pese a su trascendencia, la resolución no alcanzó la unanimidad y fue cercana a la mínima la mayoría con que se adoptó. Habría muchas consideraciones que formular tras las cinco abstenciones y las motivaciones específicas de cada una. Ninguna responde, según parece, a indiferencia ante la situación o a un rechazo de principio de toda forma de acción multilateral. Una posición de este tipo sólo podía expresarse con el voto en contra. La más inesperada de las abstenciones fue, desde luego, la de Alemania, complementada días después con el retiro de sus activos militares del teatro de operaciones.

Si, como se dijo, el objetivo –al igual que el del giro sobre la operación de algunas centrales nucleares– fue evitar un descalabro electoral el día 27, ahora se sabe que éste se produjo y que quizá respondió más a la cuestión nuclear que a la participación alemana en las operaciones en Libia.

Tiene mayor sustancia el alegato que, al no coordinarse el sentido del voto de los países de la Unión Europea miembros del consejo (Alemania, Francia, Portugal y Reino Unido), se demostró, por si hiciese falta, que la política exterior común de la unión es más noción fantasiosa que realidad. También se afectó la viabilidad de una de las fórmulas que ahora se discuten para la reforma del consejo: la de convertir a la UE en miembro permanente y facilitar el acomodo de otros aspirantes. Por cierto, la viabilidad de esa fórmula nunca ha parecido probable.

Los dos miembros del consejo por ALC también votaron de manera diferente. No hay que examinar el previsible sí colombiano, sino la abstención brasileña. Sus razones fueron muy específicas y claramente expresadas por la embajadora Ribeiro Viotti: los arbitrios incluidos en la resolución, en especial en su párrafo 4, van mucho más allá del llamado de la Liga Árabe a detener la violencia a través de una zona de exclusión aérea, que recibió apoyo unánime.

En opinión de Brasil, la carta blanca extendida a los estados para adoptar todas las medidas necesarias, individuales o colectivas, encaminadas a proteger a civiles y zonas pobladas por civiles, no necesariamente conducirá a alcanzar el objetivo común: poner fin a la violencia y proteger a los civiles. Más bien pueden llevar –teme Brasil– a exacerbar las tensiones en el terreno y causar más daño que alivio a quienes se busca proteger. Además, la intervención militar externa alterará la naturaleza espontánea y endógena de los movimientos populares en la región. Ambas prevenciones han demostrado ser correctas.

La principal razón de la abstención de India, explicó su representante, fue la falta de claridad de la resolución acerca de las acciones militares autorizadas, su alcance, sus ejecutores, sus límites. Al igual que Brasil, lamentó relegar la vía política y diplomática y privilegiar el empleo de la fuerza. (Las previsibles abstenciones de dos miembros no electos, China y Rusia, respondieron a la peculiar lógica de los miembros del Club de los Cinco.)

Pasará tiempo, quizá años, para saber si la resolución condujo a una salida que responda a las legítimas demandas del pueblo libio, y reafirmó su soberanía, independencia, integridad territorial y unidad nacional, como se expresa en su texto. Hay indicios de que se actúa contra ambos objetivos.

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Fidel Castro, Kadafi y la insurrección
Adolfo Gilly


En los países árabes que comparten la ribera sur del mar Mediterráneo se ha desatado un proceso revolucionario –Egipto, Túnez, Libia–, que también induce en Argelia y Marruecos cambios políticos preventivos en sus regímenes de gobierno. 

Mientras en Egipto y Túnez las movilizaciones populares han determinado la caída de los gobiernos y el establecimiento de provisorios gobiernos de transición, en Libia la insurrección del pueblo contra la dictadura represora de Kadafi ha desencadenado una guerra civil y la división del ejército: una parte con el dictador, la otra con la rebelión.

Aun conociendo poco o muy poco de Libia, como es mi caso, pienso que la actitud y la posición de quien se declara socialista o sólo democrático no puede dejar de apoyar y desear el triunfo de esa rebelión popular contra el dictador hasta ayer aliado a los grandes capitales europeos y estadunidenses y a sus estados imperiales. Contra esa rebelión popular, el coronel Kadafi ha lanzado todo el poder de fuego de las modernas armas aéreas y terrestres que le han sido suministradas desde hace años por aquellas potencias, sus aliadas en negocios y en armas.

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Grandes sectores del pueblo pobre de Libia se han insurreccionado. El coronel Kadafi está bombardeando y masacrando a su pueblo. Lo primero que es preciso ver es qué hace el pueblo en rebelión, no cuáles son las formas o las medidas conque las potencias externas tratan de aprovecharse de esa guerra civil.

No ha habido revolución en el mundo donde esas potencias no hayan procedido de ese modo. Pero la esencia de lo que sucede en una revuelta o una rebelión no está en lo que intentan o pretenden hacer sus enemigos externos e internos. Su esencia es qué hace el pueblo insurrecto, cuáles son sus motivos y sus propósitos, contra quién y contra qué se rebela, quiénes están de su lado y quiénes en contra. Es preciso mirar y ubicar los cuerpos de los insurrectos, qué hacen, cómo se la juegan. Pues una revuelta, una rebelión, una huelga, una manifestación, son acciones humanas altamente corporales.

En Libia, Kadafi está destrozando esos cuerpos, está masacrando a su pueblo, está defendiendo su poder, sus riquezas, sus cárceles y sus cámaras de tortura, cualesquiera hayan podido ser sus medidas nacionalistas hace 40 años.

Una sorprendente –o tal vez no– cantidad de partidarios del socialismo o del nacionalismo cierran los ojos ante esa realidad y siguen viendo a Kadafi como un aliado, un "antimperialista", amenazado por la intervención de los imperios. Sin atender al peligro inmediato y real, la masacre brutal de Kadafi contra su pueblo, se preocupan por la amenaza futura aún no advenida: la intervención imperial.

Precisamente si esa intervención sobreviene, como es posible, no será antes de que hayan dejado a Kadafi masacrar y desmantelar la fuerza de la insurrección popular. Éste es quien, por el momento, les está haciendo la tarea. Si esos socialistas o antimperialistas no ven esta evidencia, es porque en un largo proceso de encantamiento con partidos e instituciones varias, ahora ven estados y cúpulas antes que pueblos y rebeliones.

Éstas, en sus inicios, siempre son confusas, mezcladas, impuras, llenas de furia, ruido, improperios y clamores. Huelen a pobre, visten con desaliño y se alimentan cuando pueden. Pero a la hora de la hora, ponen sus cuerpos contra los ejércitos y muchas veces los dividen. Así fue, nomás así, la revolución mexicana, así fueron la División del Norte y Pancho Villa, esa figura única cuyo genio, extraño y agudo, los gobernantes y los políticos de México, pasado ya casi un siglo, todavía no acabaron de entender.

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Entre tantas voces que componen la actual algarabía de izquierda acerca de la revolución árabe, quiero citar por extenso una que, en estos afanes, merece ser escuchada; y que a mi juicio no lo está siendo por buena parte de quienes son sus seguidores: la del comandante Fidel Castro.

Me resulta muy serio lo que dice; y en esta coyuntura crítica creo percibir en lo que escribe, antes que los motivos de la ideología, la voz de la experiencia específica de Cuba. De aquí en adelante, me limitaré a citar los párrafos más destacados, a mi juicio, de los dos últimos artículos del comandante y estadista cubano. No necesito decir, pero lo digo, que no soy fidelista ni castrista; y que siempre he defendido a la revolución cubana, desde adentro y desde afuera de la isla.

Fidel Castro recuerda en su escrito los orígenes antimperialistas del régimen de Kadafi, cuando en 1969 el joven coronel de 27 años derribó al rey Idris I, realizó una reforma agraria, nacionalizó el petróleo y tomó medidas para el desarrollo de la educación, la economía y la sociedad libia. Agrega luego que "los revolucionarios libios elaboraron y aplicaron sus propias ideas respecto a las instituciones legales políticas" y que los gobernantes cubanos "nos abstuvimos por completo de emitir opiniones sobre las concepciones de la dirección libia".

Sobre esta primera distancia entre Cuba y Libia, pese a las relaciones mantenidas desde entonces, Fidel Castro traza ahora una nítida raya divisoria. Dice así:

“Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez.

“En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la OTAN ninguno de éstos tenía problemas con Kadafi. El país era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras décadas habían sido superados.

“Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo.

“La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El FMI ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.

"Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Kadafi, y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices."

Pregunta entonces Fidel por qué ahora todos ellos se ponen contra Kadafi y lo acusan "de disparar contra ciudadanos desarmados que protestaban". Fidel Castro no desmiente este hecho. Pero con razón agrega:

"¿Por qué no explican al mundo que las armas y sobre todo los equipos sofisticados de represión que posee Libia fueron suministrados por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros ilustres anfitriones de Kadafi?"

Me permito repetir y subrayar: Fidel Castro afirma nítidamente que Kadafi ha sido provisto por Estados Unidos y Gran Bretaña de armas y "sofisticados equipos de represión" que ahora utiliza contra "ciudadanos desarmados que protestaban".

Más claro, agua.

El escrito del dirigente cubano del 3 de marzo pasado agrega una definición radical sobre lo que sucede en estos tiempos en los países árabes. Cito y subrayo:

"La revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla".

De esa revolución forma parte la insurrección del pueblo libio contra la dictadura autocrática de Kadafi, hasta ayer aliada con los gobiernos de las grandes potencias europeas y de Estados Unidos.

Sobre estas descripciones y definiciones del régimen de Kadafi y de su despiadada represión contra su pueblo, Fidel Castro da su apoyo a la mediación propuesta por Hugo Chávez. Pero la ve como una mediación entre los dos bandos de la guerra civil libia que para tener éxito necesita antes "crear un amplio movimiento de opinión"; es decir, no limitarse a los contactos diplomáticos que sin duda ya existen y actúan. El tiempo apremia, está diciendo, pues la OTAN y sus ejércitos están al acecho.

Si como parece esto es así, si en efecto esas potencias están preparando una intervención, al menos tres razones los contienen todavía: primero el contragolpe siniestro para ellos mismos que tendría una intervención contra un país ribereño del Mediterráneo occidental, vistos los desastres sucesivos y acumulativos de las invasiones a Irak y Afganistán; luego, la reacción de otras potencias: Rusia, China, India, Brasil, para sólo mencionar esas cuatro; por fin, las divergencias y las disputas de intereses entre los mismos candidatos a intervenir: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia, para sólo citar otros cuatro.

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El segundo documento de Fidel Castro, "La OTAN, la guerra, la mentira y los negocios", del 9 de marzo de 2011, retoma argumentos y los reitera ahora con un sesgo más inmediato y descriptivo. Recuerda cómo, a partir de 2003, se iniciaron conversaciones regulares entre Blair, Bush y Kadafi, y éste aceptó y ejecutó medidas de desarme exigidas por aquéllos. A continuación describe con marcada ironía la trayectoria recorrida por las relaciones de Kadafi con Estados Unidos y las potencias europeas:

"A partir de octubre de 2002 se inició el maratón de visitas a Tripoli: Silvio Berlusconi en octubre de 2002; José María Aznar, en septiembre de 2003; Berlusconi de nuevo en febrero, agosto y octubre de 2004; Blair, en marzo de 2004; el alemán Schröeder en octubre de ese año. Todo el mundo feliz. Poderoso caballero es don dinero." (Subrayado mío).

"Kadafi recorrió triunfalmente Europa", escribe a continuación Fidel Castro: en Bruselas vio a Romano Prodi; en agosto invitó a Bush a visitar Libia; ultimó contratos con Exxon Mobil, Chevron Texaco y Conoco Philips para explotar el petróleo libio. Después estableció plenas relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Bush, y firmó acuerdos de cooperación nuclear con Francia y Estados Unidos. Tony Blair lo visitó en Libia en 2007 y British Petroleun firmó un contrato "enormemente importante" para explotar el gas libio. Esta lista que Fidel Castro hace sobre los viajes y las amistades de Kadafi concluye así:

“En diciembre de 2007, Kadafi realizó dos visitas a Francia y firmó contratos de equipamientos militares y civiles por valor de 10 mil millones de euros; y a España, donde se entrevistó con el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Contratos millonarios se suscribieron con importantes países de la OTAN.

"¿Qué es lo que ahora ha originado la retirada precipitada de las embajadas de Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN? Todo resulta sumamente extraño".

El documento concluye apoyando una vez más la propuesta de mediación de Hugo Chávez entre las partes en conflicto en Libia, a la cual enmarca en el siguiente párrafo final:

"Estamos contra la guerra interna en Libia, a favor de la paz inmediata y el respeto pleno a la vida de todos los ciudadanos, sin intervención extranjera, que sólo serviría a la prolongación del conflicto y a los intereses de la OTAN".

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Es difícil no comprender el sentido de estos dos documentos del dirigente cubano. Es un enjuiciamiento del régimen de Kadafi, una denuncia de sus alianzas con las potencias europeas y de sus masacres actuales en Libia y una invitación a negociar entre las dos partes enfrentadas en la guerra civil para evitar una intervención extranjera. Está dando así un reconocimiento beligerante a las fuerzas insurrectas y alertando, con razón, sobre la actitud de la OTAN. Ésta aún está incierta ante la aventura de meterse en otra guerra colonial en el Mediterráneo. Pero está también a la espera de que los demoledores ataques de Kadafi debiliten a los insurrectos, aislen más a Kadafi y abran mayores posibilidades a la amenazante movilización bélica de la OTAN en el Mediterráneo.

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