1968-2008
No hay que ver el pasado como la nostalgia de lo que no fue, sino como enseñanza, balance, aportación o retroceso.
1968, las guerrillas, la presencia de la revolución cubana; el espíritu del 68 entre los obreros, campesinos, los constructores de ciudades y los movimientos urbanos; el movimiento electricista, la reforma política de 1977, las crisis económicas cíclicas y recurrentes, las luchas contra la austeridad y el Fondo Monetario Internacional, la solidaridad mexicana con los movimientos latinoamericanos; las guerras centroamericanas y el triunfo de la revolución de Nicaragua. El auge petrolero hasta el debate sobre el pago de la deuda externa. El grito en la calle: “¡País petrolero y el pueblo sin dinero!” aun cuando no estuviera amenazado por la privatización, pero sí por la extracción estadunidense y el esquirolaje en los precios de México a la Organización de Países Productores de Petróleo, pues el petróleo, íntegramente en manos del Estado, estaba al servicio completo de la oligarquía política y económica representada desde los gobiernos. El PCM y luego el PRT tienen registro electoral y hay perspectivas en las urnas, pero también en las demandas que se expresan en las calles. La izquierda está fragmentada en lo político, pero anímicamente es un solo peligro para el gobierno, que espía a todos.
En 1985 el terremoto hace cambiar hasta el lenguaje de la izquierda; surgen nuevos actores, hay movilización social, organización desde abajo independiente de los partidos; unos se rezagan, otros avanzan, las burocracias se defienden frente a la presencia de nuevos actores, la clase política tradicional sufre presión y se empieza a abrir por la fuerza de la ciudadanía en las calles; hay un ambiente creciente de politización y conciencia en los derechos. Nace el germen que busca acabar con el régimen priísta que gira al neoliberalismo, abandonando el viejo nacionalismo revolucionario. No se puede entender 1988 sin 1985, pues la izquierda creció más allá de los viejos esquemas y se inició la búsqueda de un camino propio. Coincide con la caída del Muro de Berlín, pero la izquierda mexicana con las viejas y nuevas herramientas no vive una crisis, sino un auge, y ésta surge al establecer la alianza con el cardenismo histórico que al romper con el PRI conjuga una síntesis que hace avanzar como nunca el campo opositor al viejo régimen.
El panismo y el neopanismo, que habían crecido en el norte a partir de 1983 y se veían construyendo un esquema bipartidista, se topan en 1988 con un amplio movimiento democrático surgido al margen de ellos. Enloquecen y fallan ante el resultado en 1988, pues el PAN decide la alianza con el PRI salinista contra la votación por Cuauhtémoc Cárdenas.
1988 es el inicio de unificación de un amplio espectro de la izquierda y sectores progresistas, de vanguardia, en un partido. 1988 por primera vez no termina deshecho como otros movimientos opositores, el vasconcelismo por ejemplo, el almazanismo de derecha o el enriquismo. Los años duros contra el régimen priísta y su maquinaria corruptora y represiva constituyen una base ética y de experiencia para convertirse en una fuerza opositora con capacidad de impulsar y ganar reformas concretas en medio del acoso salinista. Viene la creación del Instituto Federal Electoral y su autonomía, y la reforma del Distrito Federal impulsada por el movimiento popular y ciudadano desde 1988, que conduce, como parte de un proceso histórico, a ganar el primer gobierno electo del Distrito Federal desde 1928.
En el año 2000 el PRI pierde la Presidencia de la República mientras el PRD parece un damnificado, pues se coloca en la cola del resentimiento priísta. Surge la confusión ideológica y política. Prácticas priístas se convierten en modos y discursos en nombre de la izquierda. Pragmatismo: falta de programa y metas de largo plazo crean la política de las ocurrencias y nace una supuesta izquierda graciosamente corrupta y fraudulenta, encerrada en la lucha por el poder. Amplios sectores de la intelectualidad son atraídos por la política binaria de “estar con el menos peor” y justifican con el silencio, incoherencias, conservadurismo, neopriísmo, entre otras tropelías.
2006, como todas las fechas anteriores, tuvo por momentos fuerza y potencial, perspectiva, disyuntiva y compromisos. Fue el movimiento mejor posicionado frente a la mayor debilidad de la oligarquía panista y priísta; tuvo el mejor resultado en urnas y expectativas, pero al carecer de conducción con objetivos claros sucumbió a la ira y al resentimiento. Nunca un movimiento opositor subió tan alto y en tan poco tiempo cayó tan bajo para convertirse en fuerza marginal, contrainsurgente, que ayuda en su desparpajo a lo que la oligarquía quiere y liquida, desprestigiando con eficiencia todo lo que reconstruya un proyecto de izquierda.
Gracias a ello, el PRI sigue ahí y desde la tercera fuerza conduce y dictamina, y ha ganado lo más importante: hacer que todos hayan olvidado lo que ha sido el priísmo a lo largo de 40 años.
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¿Sabe o no sabe? |
El Duende Preguntón Fuente: El Universal Martes 29 de julio de 2008 |
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Consulta ciudadana ¿éxito o fracaso? Dice una frase, atribuida a mi gran amigo John F. Kennedy, que “el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”, y creo que todos ustedes pajarracos, habrán tenido ocasión de comprobar en sus vidas la certeza de esas palabras. Yo mismo he visto, cómo muchos se quieren colgar los méritos de algo que resulta exitoso, pero muy pocos asumen con dignidad sus responsabilidades cuando hay un fracaso. Pero lo que no me había tocado ver en mis 602 años de existencia, pajaritos, es que hubiera humanos que se pelearan por la paternidad de un fracaso, mientras otros pregonan un supuesto éxito. Porque ese absurdo enfrentamiento es lo que estamos presenciando con la “Consulta ciudadana sobre la reforma energética” que se realizó el pasado domingo a iniciativa del PRD y del jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard. Mientras los perredistas se afanan en hacernos creer que su ejercicio fue todo un éxito porque salieron a emitir su opinión 1 millón 300 mil ciudadanos en todo el país, y de esos 826 mil lo hicieron en el DF, el PAN y el gobierno están empeñados en convencernos de que la consulta perredista fue un estrépitoso fracaso e intentan aparecer como los autores del revés político para los opositores a la iniciativa energética del presidente Calderón. No sé ustedes pajarillos, pero a mí me parece que ni unos ni otros tienen toda la razón. Es cierto que la consulta perredista no tuvo la participación que ellos esperaban, y que tan sólo en el DF no fueron capaces de movilizar siquiera al “voto duro” que ellos mismos dicen tener en la ciudad y que llega a 1 millón 300 mil capitalinos; incluso puede cuestionarse que la gran mayoría de los que dijeron “No” a la iniciativa petrolera de Calderón (85% en promedio en las dos preguntas), eran casi todos militantes perredistas y gran parte de ellos pertenecían a las redes clientelares que maneja el partido gobernante en la ciudad. Pero con todo y eso, la consulta del PRD logró su objetivo, que era más bien político. Documentar, con el aval de intelectuales y organismos prestigiados, que hay un rechazo de una parte de la población a la propuesta de Calderón, era lo que buscaban los perredistas y, por más que se cuestione el método y el sesgo de la consulta, esa parte la lograron. Visto así, la consulta fue un éxito, aunque carezca de efectos reales u obligatorios en la discusión de la reforma energética que se resolverá en el Congreso. Ahora que si se toman en cuenta los tamaños del padrón electoral en la ciudad de México y en los 10 estados donde también se realizó la consulta, la participación de los votantes resultaría muy poco representativa para decir que demuestran un rechazo de la mayoría de los ciudadanos que pueden votar en este país. Además, para presentarlo como un ejercicio de democracia directa, quedan muchas dudas y sesgos desde la organización, la transparencia, los controles y la imparcialidad de quienes organizaron la consulta. Desde esa óptica, lo que afirman los panistas y el gobierno tiene también lógica y hay elementos para descalificar el ejercicio de consulta o poner en tela de duda la total representatividad de sus resultados. Hasta ahí puedo entender los argumentos de unos y otros, los promotores y los dretractores de esta consulta. Lo que ya no me parece válido, pajarracos, es que ambos bandos, los del PRD y los del gobierno panista, actúen con el mismo encono que mantiene dividido a este país desde las elecciones del 2 de julio, y en su disputa, ahora con el tema de la reforma petrolera, pretendan engañar a los ciudadanos con argumentos maniqueos y falaces, sobre todo lo que gira en torno de estos cambios legales a Petróleos Mexicanos. Para decirlo claramente unos y otros deforman y acomodan la realidad a su conveniencia y pretenden que, como mansos borregos, los ciudadanos les creamos y caigamos en su juego de polarización y división que en ambos casos esconde intereses de todo tipo y ambiciones de poder. Yo, por eso, me quedo con otra frase del asesinado JFK: “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. Y va para los dos. |
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Por qué el no
Porque es una respuesta de sentido común: si se nos pregunta si deseamos sufrir la enajenación de algo que es nuestro (en un robo sin violencia o con ella, en un fraude bancario, como consecuencia de una extorsión o por medio de una votación parlamentaria), lo lógico es que contestemos no.
Porque ya sabemos lo que ocurre cuando los gobernantes en turno transfieren una entidad de propiedad pública o un ramo reservado al Estado a manos privadas (casi siempre, a empresarios afines, próximos, cuates, cómplices, compadres, parientes en algún grado): se incrementa la pobreza de la mayoría de la población y se dispara la riqueza de unos cuantos.
Entre De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox nos dejaron sin industria nuclear, sin satélites, sin bancos, sin carreteras, sin ferrocarriles, sin autopistas, sin empresas de telecomunicaciones, sin petroquímica secundaria, sin gas natural, sin líneas aéreas, sin supermercados populares, sin ingenios, sin acereras y altos hornos, sin minas, sin aeropuertos, sin vigilancia aeroportuaria, sin canales de televisión, sin estaciones de radio, sin fábricas de electrodomésticos, sin tortillerías, sin editoriales e imprentas, sin periódicos; de Salinas a Calderón, los gobernantes se han empeñado, además, en disminuir la generación de electricidad por parte del sector público (para que la generen empresas privadas) y en reducir a chatarra la planta petroquímica de propiedad nacional; nos dijeron que era para “adelgazar al Estado”, pero el gasto corriente del gobierno ha crecido en forma exponencial y hoy el gobierno federal, plenamente obeso, es más ineficiente que nunca; nos aseguraron que con el producto de las ventas de empresas del sector público se reduciría la pobreza en el país y ocurrió lo contrario; argumentaron que se consolidarían la independencia y la soberanía, pero hoy la soberanía y la independencia nacionales son una frase hueca que se acomoda en uno que otro pasaje de los discursos presidenciales mientras las autoridades federales exhiben su dependencia de los lineamientos de Estados Unidos y de Europa y la economía es lastimosamente vulnerable a los vaivenes financieros mundiales.
Porque no nos gusta que nos tomen el pelo: todo lo dicho por Calderón y sus empleados a favor de la privatización de la industria petrolera ya lo hemos escuchado cada vez que se ha transferido a los capitales privados una empresa del Estado, y en todas las ocasiones esos argumentos resultaron ser mentiras, aunque los apoyaran sin rubor alguno –como ahora– Krauze y Aguilar Camín.
Porque conocemos la profundidad del enojo popular, intuimos la explosividad social en grandes ámbitos del país y no queremos que una imposición del poder público –especialmente, de este poder público, surgido de una elección más que dudosa– provoque estallidos de violencia de esos que se sabe cuándo empiezan, pero no cuándo terminan, ni después de cuántos muertos.
Porque queremos demostrar y documentar, en el interior y al mundo, que Calderón no representa el sentir mayoritario de los mexicanos, ni en el terreno petrolero ni en muchos otros.
Porque los problemas de la industria petrolera nacional no se resuelven permitiendo que las grandes corporaciones trasnacionales se apoderen de ella, sino combatiendo la corrupción, la opacidad, la discrecionalidad y el dispendio dentro de Pemex y en el conjunto de la administración pública, un propósito que no forma parte del calderonato.
Porque el empeño gubernamental en incrementar la extracción de crudo es insensato, irresponsable y profundamente egoísta. Si los altos funcionarios no tienen suficiente dinero para pagarse el boato en el que viven, que cobren los impuestos que deben cobrar a las grandes corporaciones y que dejen en paz nuestro petróleo. Nuestros hijos y nietos lo necesitarán más que nosotros.
Por esas consideraciones, y por muchas otras, el no ganó de manera abrumadora en la consulta ciudadana que se llevó a cabo el pasado domingo.
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Itinerario Político |
Ricardo Alemán El Universal Martes 29 de julio de 2008 |
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La genial y simpática impostura Más que el “NO”, se confirma el “SÍ” a la destrucción de la izquierda Nadie puede comprobar los 800 mil votos, porque fue otro cochinero Los críticos de los excesos, despropósitos y hasta de las locuacidades de Andrés Manuel López Obrador podrán —podremos—, argumentar mucho y en todos los tonos y formas, pero seguramente nadie podrá regatear genio y humor —acaso involuntarios—, en la impostura del tabasqueño. Hombre fuertemente dotado con esa “bendición” casi sobrenatural para la impostura genial, simpática y humorística, que convierte a aquellos agraciados —políticos y gobernantes— en imán irresistible para multitudes que una vez entregado su amor incondicional, cierra ojos, oídos y las más elementales “entendederas”. Se produce, de ese modo, un amor ciego, sordo y en donde la pasión mata todo residuo de razón. Pero el caso de López Obrador ni es nuevo y tampoco es un caso único. En realidad en los años recientes hemos visto tres ejemplos formidables, no por ello menos penosos. Como se sabe, el 1 de enero de 1994 la sociedad mexicana toda y una buena parte del mundo se estremecieron cuando un puñado de indígenas del más olvidado rincón de la patria le declaró la guerra al Ejército Mexicano. Apareció el EZLN, sus fusileros con armas de palo y su genio para la imagen, Marcos. La causa y los motivos del alzamiento eran impecables. La levadura, la sal y la pimienta corrieron a cargo del genial, simpático, inteligente impostor. Se juntaron el hambre y las ganas de comer y en pocos días los mexicanos ya tenían un nuevo ídolo. “Todos somos Marcos”, gritó la masa. Zócalos llenos, kilómetros de papel y millones de litros de tinta para elogiar al nuevo ídolo. Turismo revolucionario, ejército de intelectuales que sin más se enlistaron, y periodistas que caminaban casi con su fusil y su pasamontañas. Bastaron las leyes de la gravedad y la capilaridad para que lo que subió, bajara y el vacío se llenara. Marcos quedó arrumbado. Y es que desde 1997 y hasta julio de 2000 las multitudes dijeron haber descubierto a otro genio de la impostura y el humor. Huérfanos de líderes, al parecer los mexicanos nos “agarramos” del primero que no se parece al PRI —o que dice que no es del PRI—, y le entregamos todo sin ninguna condición. Vicente Fox, el ranchero dicharachero, hablantín, retador, malhablado, galán de rancho, antipriísta y bonachón. Eso sí, un bulto para todo, menos para la imagen y el rating. Fue amor a primera vista. Y por eso se vino la cascada del voto útil de esa izquierda inútil y de sus intelectuales sumados todos a la genial impostura de Vicente Fox, el único capaz de sacar al PRI de Los Pinos. Ese PRI que hoy, casualmente, está en el PRD y en el PAN. Pero bueno, entre 1997 y 2003 nos mentaban la madre por criticar a la genial y grandota impostura. En el fondo, el desencanto social por el fracaso de Fox como presidente echó a las masas y sus amores de ocasión a los brazos de otra genial impostura, la de López Obrador, ciclo que está por concluir. Pero viene a cuento el extenso y acaso aburrido recuento, porque cuesta trabajo creer que a pesar de las experiencias de Marcos y Fox, de la tragedia de la izquierda con López Obrador, existan intelectuales, periodistas, cartonistas, editores y ciudadanos de a pie que le sigan creyendo y haciendo el juego a la genial, simpática y humorística impostura del “presidente legítimo” y su movimiento por la defensa del petróleo. Todos, o casi todos los que están detrás de esa impostura que fue la consulta petrolera son los mismos que estuvieron detrás de Marcos, de Fox, del “indestructible”, del “legítimo” y hoy son parte de esa lastimosa farsa que para nada confirma el “no” a la reforma petrolera, sino que ratifica el “sí” a la destrucción del más acabado proyecto que haya construido en su historia la izquierda mexicana. Dicen que la consulta convocó a 800 mil y pico de ciudadanos. Cifra imposible de auditar y que quién sabe de donde sacaron. Pues bien, en julio de 2006 en el DF, AMLO obtuvo 2 millones 800 mil votos, y Marcelo 2 millones 200 mil votos. Ahora bien, el 30 de julio de 2006, en la Tercera Asamblea Informativa de Andrés Manuel López Obrador, llegaron al zócalo, según la Secretaría de Seguridad Pública, 2 millones 200 mil personas. Y 3 millones según los organizadores. ¿Qué pasó de julio de 2006 a la fecha? ¿Dónde están las simpatías perdidas? Se derrumbó la genial impostura. Pero hay más, intramuros del Partido de la Revolución Democrática se sabe que es falsa la cifra que dio Manuel Camacho. Muy pronto se va a comprobar que los números fueron manoseados. ¿Por qué? Porque la consulta fue otro cochinero. No existió control de nada, y ya no se diga de votos, sino al momento de llenar las actas. Pero para efectos metodológicos, vamos a dar por buenos los 800 mil votos en la consulta. Sólo que en las elecciones de julio de 2003, en el DF, el PRD alcanzó una votación de un millón 270 mil votos. Si tomamos en cuenta que la consulta fue una elección financiada, preparada y promovida por el GDF, y que su clientela eran los militantes amarillos, entonces podemos concluir que fue un fracaso. ¿Y cuidado, en 2009 podrían andar en una votación de 800 mil sufragios? ¿O no? Pero hay mucho más. ***************** |