Nuestros Origenes
La Antigua America
Primera Parte
Se supone generalmente que América recibió su nombre del marino Americo Vespuccio, en realidad Alberico Vespuzio, hijo de Anastasio Vespuzio.
De haber buscado el italiano la inmortalidad, honrando a la par a su apellido, seguramente lo habría bautizado «Vespuzia», al igual que Columbia fuera así llamada por el gran descubridor. En la América Central la palabra «americ» significa «gran montaña», en evocación de «Meru», la montaña sagrada de la traducción hindú, a la cual se atribuye el centro de siete continentes. La antigua América estaba enlazada con la India a través de Lemuria.
Los primitivos viajeros creyeron probablemente que «América» era la palabra nativa, por lo que la utilizarían. Los camaradas de Vespuzio, en vez de llamarle «Alberico», lo apodarían así «Americo». Los cartógrafos italianos de la época recogieron información del Nuevo Mundo de muchas fuentes y seguramente adoptarían el nombre nativo de «América». Algunas tribus indígenas empleaban la denominación de «Atlanta». ¿Eco de la Atlántida?.
Inscripciones de la Primera Dinastía egipcia de hace 5.000 años antes de J. C. (?) se refieren al «País allende el Mar Occidental» como «País de Urani». Urani (Pueblo de Ur) evoca a Ur en Sumeria, patria de Abraham. Dícese que existe evidencia de que antes del año 3.000 antes de J. C., los fenicios partieron de Lagash en el Golfo Pérsico arribando a América.
Siglos después, Menes, primogénito de Sargon (2.275 años, antes de J. C.), efectuó un viaje desde Sumer al País del Sol Poniente, «donde fue envenenado por un insecto y enterrado allí». En el siglo VI antes de J. C., probablemente después de la destrucción del Templo por Nabucodonosor en el 587 (antes de J. C.), se dice que refugiados de Jerusalén navegaron a América; y hacia el 421 de nuestra Era su último descendiente Moroni, el hijo de Mormón, enterró bandejas de oro cinceladas cerca de la moderna Mancheste (Nueva York).
El profeta Joseph Smith declaró habérsele aparecido dos personajes divinos en un haz luminoso, quienes le inspiraron a desenterrarlas el 22 de septiembre de 1827. Con la ayuda de un instrumento óptico encontrado allí tradujo el texto grabado en las bandejas, el cual se publicó en 1830 como el Libro de Mormón, y fundó la Iglesia actualmente conocida como Iglesia de Jesucristo de los Santos del Último Día.
En su magnífico libro Las expediciones de Ra, Thor Heyerdahl, de la famosa «Kon Tiki», describe vívidamente cómo él, con siete compañeros multinacionales, navegó en 1970 del puerto marroquí de Safi, más de 6.000 kilómetros hasta Bridgetown, Barbados, en la Ra II, una embarcación de papiro, copia exacta de las egipcias del año 1.800 antes de J. C., demostrando así que era posible, y hasta probable, la travesía del Atlántico por los antiguos egipcios y otros pueblos.
Existen papiros que hablan de Seres Rojos encontrados por los sumerios cuando navegaban remontando un gran río. Leyendas de un Dios Blanco recorriendo Norte y Sudamérica enseñando y curando a la gente sugieren que los cretenses de Knosos pudieron haber llegado a América durante el segundo milenio antes de J. C.
Algunos griegos y romanos se percataban vagamente de la existencia de América. Plutarco escribe en De Facie in Orbe Lunae: «Al oeste del océano hay muchas islas pobladas por hombres de piel roja, y más allá de esas islas hay un vasto continente con grandes ríos navegables.» Aelio menciona en Varia la Historia de «un desconocido continente de vastos prados florecientes y pastizales». El docto Séneca, habla en Hyppolytus de «una tierra en los más remotos confines del mundo separada por trechos de océano» y en Medea profetiza: «Llegará una época en lejanos años cuando el Océano desatará los lazos de cosas, cuando será revelada toda la ancha Tierra, cuando Tethys desvelará nuevos mundos y Thule no será el límite de países».
Luciano y Diódoro Siculo describen islas lejos a través del océano occidental, las cuales pueden haber sido las Indias Occidentales. Los filósofos griegos sabían que la Tierra era redonda. Erastótenes y Estrabón demostraron probablemente su esfericidad por medio de una pelota. Sus lógicas mentes razonarían a buen seguro que la masa de tierra eurasiana en su hemisferio estaba simétricamente equilibrada por un continente similar en la parte desconocida del mundo.
En la Biblioteca Municipal de Nancy, Francia, había un brillante globo terráqueo en color, de seis pulgadas de diámetro, cuya historia registrada se retrotraía al año 1531, aunque tenía una antigüedad de varios siglos atrás. Este globo terráqueo mostraba todo el continente de Norte y Sudamérica al parecer en tiempos prehistóricos. El contorno general, tanto como podía ser determinado a tal reducida escala, era aproximadamente similar al de los mapas modernos, con las sorprendentes diferencias de que California, en la actualidad una península, aparecía como isla... posiblemente la punta oriental de la sumergida Lemuria. Terrenos pantanosos en el Valle Sacramento, conchas marinas halladas en el suelo y las líneas ribereñas a lo largo de laderas de colinas locales prueban que hace mucho tiempo California estuvo separada del continente.
Ese extraordinario mapa debió haber sido miles de años más antiguo que aquellos mapas tan intrigantes de Piri Reís, Ver Mapa de Piri Reis que se dice datan del año 3000 antes de J. C., o aun de antes. Piri Reís, almirante y cartógrafo turco de nuestro siglo XVI, copió mapas antiguos que mostraban: California unida al continente americano; Groenlandia libre de hielo y tres grandes islas, confirmadas después por una expedición polar francesa; cordilleras en el Canadá; el curso exacto del río Atrato en el Yucatán; las Islas Falkland, no descubiertas oficialmente hasta 1592; los Andes, adornados con llamas, y el contorno exacto del Antártico antes de sus heleros.
El preciso trazado de la línea costera y la exactitud de los detalles del interior en ellos estampados sugieren una observación aérea efectuada por alguna civilización anterior, por aviones o naves espaciales. De lo que no cabe duda es de que los cartógrafos poseían evidente destreza matemática, que hace presuponer una avanzada tecnología. El mapa del globo terráqueo de Nancy mostrando una California separada demuestra claramente que miles de años antes de los mapas de Piri Reis fueron originalmente trazados por expertos de elevadísima técnica en una inspección aérea de las Américas.
Segunda Parte
Los astrónomos creen que nuestra Tierra tiene una antigüedad de 4.500 millones de años. Los geólogos estiman que hace aproximadamente 800 millones de años Norteamérica formaba parte de Laurasia y Sudamérica de Gondwana. Los teólogos enseñan que Dios creó el Universo para la manifestación del hombre, quien apareció en la Tierra poco después de su creación sin tener que esperar innumerables eras para evolucionar desde el légamo del mar hasta un ser sensible, proceso como para agotar la paciencia hasta del mismo Dios. Extraterrestres de otras estrellas de nuestra galaxia podrían haber aterrizado aquí y colonizado nuestro mundo hace cientos de millones de años, hallándose ya sus huesos disueltos en polvo.
El doctor L. S. B. Leakey ha encontrado en Kenya fragmentos de mandíbula de un ser humanoide que vivió hace veinte millones de años. Los paleontólogos sugieren que la criatura fue salvaje, pero pudo haber sido más sabia que Sócrates. Los prehistoriadores siguen aún enseñando que a pesar de la enorme edad de América siguió siendo un continente virgen separado del resto del mundo hasta aproximadamente 20.000 años antes de J. C., cuando pequeños grupos de nómadas asiáticos se abrieron penosamente paso a través del estrecho de Bering, desde Siberia a Alaska y llevaron luego lentamente su cultura de la Edad de Piedra a lo largo de la costa hasta la Patagonia.
Los antropólogos aceptan que durante los pasados diez mil años el hombre, a pesar de varios reveses, ha evolucionado desde las cavernas hasta las naves espaciales, pero insisten ilógicamente en que durante los precedentes veinte millones de años la evolución humana estuvo probablemente en suspenso, y el hombre vivía algo así como en estado de trance. Hay una amplia y cumplida evidencia de que el hombre no ha progresado, sino degenerado. Si vivieron hombres en África hace millones de años, seguramente que hombres contemporáneos debieron haber vivido en América. Los seres espaciales que aterrizaron en el Antiguo Oriente lo habrían hecho asimismo en el Antiguo Occidente.
Los mitos de la Creación de Norte y Sudamérica muestran una asombrosa semejanza con los de Europa y Asia, sugiriendo un remoto origen central. Los simples relatos contienen a menudo una gran sabiduría, anticipándose a las enseñanzas de la teología y la ciencia actuales. Los indios Omaha creían que en el principio todas las cosas estaban en la mente de Wakinda, todas las criaturas incluyendo al hombre eran espíritus, que descendieron del Sol, pasando a la Luna, y luego a la Tierra, suponiendo así que nuestro planeta fue colonizado por seres espaciales. Los indios Winnebago, de Wisconsin, evocaban el Génesis al manifestar que el Hacedor de la Tierra deseó la luz y la luz se hizo, que luego deseó la Tierra y ésta vino a la existencia, y que tomó un trozo de tierra, lo sopló y creó el hombre.
Los Yakutas de California pensaban que un ser sobrenatural llamado Koyadarma el Coyote se posó sobre el primigenio océano. El Coyote dijo: «¡Que se convierta esto en arena!», y se convirtió en arena. Las tribus indias de las selvas del este creían en Padre-Común, como Zeus u Odin. En la costa noroeste imaginaban un viejo jefe viviendo en una casa en el cielo, el «Padre en el Cielo». En las grandes selvas los indios creían en el Gran Manitu, un espíritu supremo, sin forma, y que todo lo abarcaba, llamado por los Pawnees de los llanos «Tirawa Atius», el Poder Desconocido. Los Iroqueses, Hurones y Wyandotas enseñaban que el primer pueblo vivió en el cielo antes de que la Gran Tortuga crease la Tierra frente a las aguas; los indios Pueblo creían que el Dios Awonanwilome, existiendo en primitiva oscuridad, pensó en la existencia de brumas portadoras de gérmenes de vida e hizo de su propia carne la Tierra y el Cielo.
Los Algonkianos contaban un sofisticado Mito de Creación, sobre Gluskap matado por su perverso hermano Malsuni, y luego mágicamente vuelto a la vida, evocador de Osiris y Seto Creó el mundo con los huesos de su Madre, conquistó a los Gigantes de Piedra y llevó a cabo grandes portentos. Los Caribes decían que el Padre Cielo y la Madre Tierra llegaron juntos y engendraron la Humanidad. El Popol Vuh, el original “Libro del Pueblo” escrito en lenguaje quiché de Guatemala, y transcripción de una antigua crónica nativa, declaraba que en el Principio todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio, inmóvil, y el cielo estaba vacío sobre el tranquilo mar. Nada existía, sólo el Creador, el Hacedor, Tepeu, Gucumats, los antepasados estaban en el agua rodeados de luz. Juntos crearon la Tierra y formaron hombres de la madera, a semejanza de la creencia escandinava del hombre hecho de los árboles. Los indios Arawak creían que el hombre fue creado de las piedras, lo cual guarda una notable afinidad con la leyenda griega de Deucalion y Pirra.
Nuevos descubrimientos en geología muestran que ha habido muchos cambios violentos en continentes y mares, climas y culturas, explicados al parecer por una desviación del eje de la Tierra y el desplazamiento de los Polos, como lo registró Herodoto, quien databa el último, gran cataclismo hacia el año 11.000 antes de J. C., lo que fue controvertido por Emmanuel Velikovsky, cuya revolucionaria tesis Mundos en colisión probaba catástrofes en los años 1.500 y 600 antes de J. C. La evidencia de esos titánicos desastres que devastaron nuestro planeta se recuerda en leyendas aún existentes en todo el mundo, especialmente en América del Norte. En su magistral estudio Tierra en cataclismo, Velikovsky reúne impresionantes datos demostrativos de los fantásticos cataclismos que convulsionaron a los continentes en épocas históricas de las que fue testigo el hombre. La cronología que expone puede ser controvertida y algunas catástrofes pudieron haber ocurrido miles de años antes, causando la destrucción de Mu y de la Atlántida.
Sea cual fuere la fecha exacta, es obvio que en más de una ocasión toda la masa terrestre americana y sus gentes sufrieron terremotos, inundaciones y cambios de clima que, por su ingente magnitud, debieron haber destruido toda civilización y vuelto a sumir a los agobiados supervivientes en la barbarie, de la cual surgieron lentamente. En Alaska varias millas de cieno helado contienen fósiles de millones de mamuts, mastodontes y animales ya extinguidos, piel, pelo y carne mezclada con árboles desarraigados, como en las Islas Marfil, a la altura de Siberia. Instrumentos de piedra hallados a grandes profundidades muestran que el hombre vivió en América en tiempos del Pleistoceno y cazó elefantes.
Inmensos bloques erráticos de granito arrancados del Canadá y Labrador, que pesaban miles de toneladas, se apilaron en las montañas de New Hampshire, Massachussets, Wisconsin y Connecticut. Bloques de estratos de caliza se hallan en Ohio y Michigan comprimidos con pescado espléndidamente conservado. Esqueletos de ballenas se encuentran en Vermont y Montreal. Profundos cañones de los ríos San Lorenzo y Hudson se extienden cientos de millas en el océano, indicando que el suelo se hallaría cubierto por el mar en épocas post-glaciales. El mar inundó en otros tiempos las grandes llanuras desde México hasta Alaska.
En Nebraska se encuentran enterrados los huesos destrozados de miles de rinocerontes, caballos provistos de garras y gigantescos cerdos violentamente destruidos. En Montana brotaron súbitamente montañas en cientos de millas, y vastos flujos de lava cubrieron doscientas mil millas cuadradas de Washington, Oregón e Idaho, con capas de cientos y hasta de miles de pies de espesor, sugiriendo series de eyecciones separadas durante el período cenozoico de los mamíferos y el hombre. A lo largo del llano costero desde Nueva Jersey, al nordeste de Florida hay miles de depresiones marismeñas, calas llenas de cieno y arena. Estos cráteres ovales, inexplicables por la acción geológica, son atribuidos a impactos meteóricos; un cometa asestado probablemente del noroeste.
En el Labrador el cráter meteórico circular Chubb cubre una superficie de cuatro millas cuadradas y fue probablemente causado por un asteroide hace cuatro millones de años; es seis veces mayor que el famoso cráter de Arizona atribuido a un cometa. Los sondeos y análisis de sedimentos prueban que la Cordillera Media Atlántica es volcánica. La lava se esparció en época relativamente reciente. No hace mucho había tierra y playas en el Atlántico Medio, que nos sugieren la Atlántida de Platón. El paleomagnetismo muestra que los polos magnéticos fueron revertidos, violentos cambios de clima causaron Edades del Hielo, millones de personas y animales resultaron muertos, se transformaron continentes y se destruyeron civilizaciones. Un velo de crepuscular misterio envuelve a la América del Norte. En medio de las ciclópeas ruinas del cataclismo pocos monumentos subsistieron como recuerdo del poderoso pasado.
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