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Saturday, July 19, 2008

Editoriales de los diarios nacionales

Lo mejor de los editoriales del dia de hoy se lo atribuimos a los Periodistas de EL UNIVERSAL
Bajo Reserva
19 de julio de 2008


Tambores de guerra en el PRD no paran de sonar


Para quienes creen que los tambores de guerra en el interior del PRD se apaciguarán hoy con la decisión de la Comisión Nacional de Garantías de anular las elecciones, se equivocan


Esto no hará más que agitar y agitar las ya de por sí turbias aguas del partido. Nos cuentan que tanto encinistas como chuchistas alistan armas para no dejarse arrancar sus victorias, las que, aseguran, ganaron en las elecciones del 16 de marzo. Hay que estar muy atento de las discusiones que habrá en la sesión extraordinaria de este sábado. Incluso, nos cuentan, hubo quienes pidieron a Alejandro Encinas y a Jesús Ortega que no se apersonen en la reunión que, dicho sea de pasó, será privada y no pública como inicialmente lo anunció la presidenta de la Comisión Nacional de Garantías, Ernestina Godoy.

No sólo en el ámbito de la seguridad hay cooperación y entendimiento entre los gobiernos federal y del DF. Nos cuentan que, por extraño que parezca, personajes muy cercanos a Marcelo Ebrard trabajan codo con codo con María de los Ángeles Fromow, la ex fiscal de delitos electorales y actual funcionaria de la Secretaría de Salud, a quien los lopezobradoristas llenaron de denuestos luego de las elecciones de 2006. La cooperación se da en el marco de los trabajos para la 17 Conferencia Mundial sobre VIH-sida; el responsable de los trabajos por parte del GDF es Mauricio Camps, coordinador de Asuntos Internacionales, muy cercano a Ebrard.

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A 4 meses del “cochinero”, sigue la pelea

En juego el 2012, intramuros del partido

Han pasado cuatro meses de la elección del nuevo presidente del PRD —escandalosa no sólo por las marrullerías que mostraron las partes, sino por su poca seriedad—, y sin ganador oficial, intramuros del partido amarillo la guerra sigue a todo lo que da.

“No voy a negociar nada”, denunció el líder de uno de los grupos más importante en pugna, Jesús Ortega, jefe del poderoso sector conocido como Los Chuchos, quien dejó ver que la guerra por el control del partido sigue vigente, y que para 2009 quien resulte ganancioso de la contienda de hoy mantendrá el control no sólo de San Lázaro, sino del partido a nivel nacional; es decir, de los candidatos a gobiernos municipales, a congresos y, por supuesto, a gobiernos estatales.

Todos saben que el 16 de marzo los perredistas acudieron a las urnas para elegir a su nuevo dirigente nacional. Que esa elección resultó un “cochinero” y que la pelea por el control del partido se la disputaron Los Chuchos, por un lado, y Andrés Manuel López Obrador, por el otro. Todos saben que el “cochinero” provocó el interinato del más poderoso de los grupos, Los Chuchos, cuyo cuadro más aventajado —no sólo por el placeo mediático al que fue sometido—, Guadalupe Acosta Naranjo, se quedó con el control del partido. Pero también todos saben que esa pelea no tiene para cuándo resolverse.

Por eso, porque es mucho lo que está en juego —además de millones de pesos en prerrogativas—, el partido amarillo vive una suerte de botín político y económico entre los dos grupos en pugna. Pero por extraño que parezca —a pesar de los intelectuales orgánicos que justifican todo, siempre y cuando sea a favor de AMLO—, eso que conocemos como la izquierda mexicana no pelea por cuestiones ideológicas ni por los principios del partido, y menos por mantener vigente su doctrina. No, la pelea es más elemental: es por dinero y poder.

LÍDERES EN PUGNA

Pero para tratar de entender lo que ocurre en el partido debemos acudir al origen de la pugna. ¿Qué pelean los jefes del PRD? Como dijimos, lo que está en juego no es la doctrina, la supervivencia del partido ni el reclamo siempre vital de gritar la paternidad de izquierda. Lo que pelean los dos jefes más encumbrados, López Obrador y Ortega, es lo que vulgarmente conocemos como el poder a secas. Es decir, el control del partido y de los millones de pesos que recibe del erario.

Muchos no creen que la pelea llegue a esos niveles de vulgaridad —sobre todo porque le acreditan dotes casi místicos al farsante de AMLO—, pero los que saben que la política cuesta, que no se mueve sin dinero y que los políticos siempre han vivido del dinero público —y cuando se habla de esto no precisamente se habla de cacahuates—, saben bien que uno de los motivos de la pelea es por dinero.

¿Cuánto vale el PRD? Esa interrogante se la han formulado no sólo los mexicanos, sino sobre todo los poderes económicos que conviven en México con los capitales nacionales. ¿Por qué es importante saber cuánto vale un partido político como el PRD, hoy la segunda fuerza electoral y parlamentaria del país? Elemental: porque tiene la posibilidad de manejar el poder y el dinero público. Y esos dos detalles son los que tienen a los dos jefes del partido en pugna.

Es decir, Ortega y su grupo, AMLO y su claque pelean por mantener el control del partido por quedarse con la franquicia, por gastar a su antojo el dinero que los ciudadanos les damos a través de las llamadas prerrogativas. Pero también pelean por mantener el control de uno de los más importantes centros de poder: la Cámara de Diputados. En julio de 2009 los diputados deberán ser cambiados. El PRD de hoy, segunda fuerza parlamentaria, verá reducida su fuerza en casi 50% de sus representantes populares. Aun así, dinero y poder son dos fuentes de pugna, que nadie puede desestimar.

EL 2012 EN LA MIRA

Pero si somos estrictos, debemos coincidir en que la aduana electoral de 2009 no es más que un alto en el camino, porque lo que está en juego verdaderamente es la jugosa ganancia económica, política y electoral de 2012; meta de una buena porción de los políticos amarillos y de todos los profesionales de la política.

Y en esa lógica, la de 2012, se concentra buena parte de la actividad política de los amarillos. A los dos grupos les importa tener un mayor número de candidatos a puestos de elección popular, a disponer de la mayor cantidad de dinero público, y de centros reales de poder. Pero lo importante es mantener el control del aparato burocrático del partido. Quien tenga ese control en las elecciones de 2009 tendrá prioridad en la selección de los candidatos a esa contienda y el control del partido, del dinero público y, por supuesto, el control para 2012.

¿Qué podría hacer AMLO sin el control del partido? ¿Qué podrían hacer Los Chuchos sin la hegemonía del partido? Los dos liderazgos se verían severamente limitados no sólo en su ejercicio cotidiano de la política, sino en su capacidad real de ejercerla. Sin dinero y sin partido no hay nada. Por eso, los grupos en pugna siguen peleando por lo que queda del partido amarillo. Y todos saben que lo que queda es bien poco, pero aun así es suficiente para garantizar la supervivencia de cualquier político.

Todos recuerdan que desde su posición de poder como jefe de Gobierno desde diciembre de 2000, López Obrador no sólo cometió un parricidio político —al eliminar a su padre político—, sino que en los hechos se apoderó del control del PRD, al que puso a su servicio para su ambición más grande: ser presidente de todos los mexicanos.

Por la razón que se quiera —hoy no vamos a discutir si existió o no fraude—, el tabasqueño no llegó al poder presidencial. Pero empecinado como suele ser, pretende llegar de nuevo como candidato presidencial a la contienda de 2012. Y el ex candidato presidencial sabe bien que para llegar a esa fecha no existe más posibilidad que, por un lado, contar con una fuente de poder real o —como fue la jefatura del GDF—, por el otro lado, tener el control del partido.

Hoy AMLO no tiene ninguna de las dos opciones. La más cercana es la segunda: hacerse del control del partido. Pero resulta que se encontró con un adversario, Jesús Ortega, que dice no estar dispuesto a que por cuarta ocasión le arrebaten la dirigencia del partido. La disputa entre AMLO y Ortega, por cierto, no es ninguna novedad. En todo caso, lo novedoso es que hoy Ortega ha esgrimido la denuncia pública de acuerdos y negociaciones, como una herramienta fundamental para impedir que —otra vez— le arrebaten la dirigencia del PRD.

SUPERVIVIENTES

¿Quién va a ganar? Nadie sabe quién resultará ganancioso de esta pelea. Lo que sí se sabe, y todos en el partido amarillo saben, es que el liderazgo de AMLO ya no es el mismo que se conoció entre 2000 y 2006. Hoy muchos liderazgos emergentes se han desarrollado intramuros del PRD, y al cambiar tiempos, modos y realidad nacional, los aspirantes con posibilidades de llegar a la máxima magistratura son otros.

Desde 1988-1989, cuando nació ese formidable movimiento social que conocimos como FDN y luego como PRD —casi 20 años—, ese partido no ha conocido más que dos candidatos presidenciales: Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador. El primero compitió —sin éxito— en tres contiendas. El segundo sólo en una. La gran pregunta es si AMLO estará en condiciones de una segunda candidatura presidencial. Por supuesto que él quiere regresar. Pero los escenarios, la realidad, los tiempos son otros. Y claro, existen otros aspirantes. Al tiempo.

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Editoriales de La Jornada

El 68 narrado en imágenes

■ Autocensura, regla no escrita, pero acatada

Alberto del Castillo Troncoso*

Portadas de algunos medios en los días del movimiento estudiantil

Portadas de algunos medios en los días del movimiento estudiantil


La prensa se subordinó a las coordenadas políticas de un régimen de partido de Estado en 1968. La discrepancia ciudadana no fue tolerada por los gobiernos priístas, de naturaleza autoritaria y corporativa, pero tampoco representó una reivindicación enarbolada por la mayor parte de los ciudadanos. Por ello el trabajo de los fotógrafos resulta de capital importancia para comprender los claroscuros de la relación entre la prensa y el poder en aquellos años.

En la gran rebelión de maestros y ferrocarrileros que tuvo lugar en 1958 predominó una censura explícita que presionó a fotógrafos como Héctor García a publicar sus imágenes en revistas marginales, alejadas de los circuitos comerciales, y obligó a otros profesionales de la lente, como Rodrigo Moya, a guardar sus negativos durante cerca de medio siglo, hasta que una parte de ellos fue publicada hace unos meses en La Jornada.

Por el contrario, en el 68 lo que tenemos es una vasta cobertura periodística que gira alrededor de la órbita de una autocensura con reglas políticas y culturales implícitas que se expresan, sobre todo, en el uso editorial de las imágenes.

Un indicador significativo de este proceso está representado por el destino editorial de las fotografías de tres autores clave del 58, como Enrique Bordes Mangel y los mencionados Héctor García y Rodrigo Moya ya en la nueva coyuntura del 68.

Bordes trabajaba para Prensa Latina, creada por la Revolución Cubana para contrarrestar el peso de las agencias de noticias estadunidenses, y la fina mirada de este autor, atenta no sólo a rostros y gestos, sino a todo tipo de referencias simbólicas, carteles y grafitis incluidos, no pudo encontrar el espacio periodístico que permitiera dimensionar los alcances de lo que personalmente considero como verdaderos ensayos fotográficos sobre el movimiento y que actualmente pueden consultarse en su archivo. Héctor García tuvo mejor suerte y su seguimiento fotográfico del 68 estuvo muy bien contextualizado por las crónicas de Carlos Monsiváis, el diseño de Vicente Rojo y las colaboraciones de otros autores como Carlos Fuentes y Juan García Ponce en espacios tan prestigiados como La Cultura en México, el suplemento cultural de la revista Siempre!, y la Revista de la Universidad.

Finalmente, Rodrigo Moya ya había colgado su cámara a nivel profesional para esa época, pero ello no le impidió realizar una cobertura rigurosa de la marcha del rector Javier Barros Sierra y la manifestación multitudianaria del 13 de agosto, con algunas secuencias notables que dan cuenta de la gran calidad de su mirada documentalista y que permanecen inéditas en su archivo.

El silencio gráfico de Bordes y Moya en la esfera pública nacional contrasta con la proyección de García como la lente privilegiada del movimiento en los siguientes años, lograda no sólo por la calidad del autor, sino por el posicionamiento obtenido en tales espacios editoriales.

Ni la prensa ni las revistas ilustradas se comportaron de una manera homogénea o uniforme en el lapso que va del 22 de julio al 2 de octubre del 68. Por el contrario, existen distintos matices y claroscuros que abarcan diversas posturas, las cuales van desde la derecha empresarial anticomunista hasta grupos radicales de la ultraizquierda, pasando por una gran variedad de opciones moderadas.

En todos los casos la subordinación y el alineamiento al Estado y los poderes fácticos, reflejados entre otras cosas en el control del papel y la publicidad comercial, marcó distintos niveles de comportamiento que se vieron incluso dentro de cada periódico.

De un mapa complejo y variado entresaco algunos ejemplos para ilustrar el planteamiento anterior: Excélsior, el diario que albergó en sus páginas la crítica informada de Daniel Cosío Villegas y una pléyade de ilustres colaboradores, que desmantelaron con sus reflexiones la naturaleza autoritaria del régimen de Díaz Ordaz, se caracterizó por publicar editoriales institucionales cautelosos y moderados, muy cercanos a la perspectiva oficial, con las notorias excepciones de la toma militar de CU y el 2 de octubre. En tal contexto, la cobertura informativa del diario, con fotógrafos como Aarón Sánchez, Miguel Castillo y Carlos González –quien por cierto fue herido de un bayonetazo en Tlatelolco–, respondió a este tipo de intereses y contradicciones, y desde esas coordenadas y parámetros hay que realizar la lectura de sus imágenes.

La revista Tiempo estaba dirigida por el laureado escritor Martín Luis Guzmán, quien desde tiempo atrás había sido cooptado por el Estado y resultó uno de los enemigos acérrimos del movimiento, con el encargo oficioso de satanizar a los estudiantes y alimentar la teoría de la conjura gubernamental a lo largo de aquellos tres meses. La paradoja consiste en que el director de esta revista contrataba los servicios de los Hermanos Mayo, el colectivo de fotógrafos republicanos que hizo leyenda en la historia del fotoperiodismo nacional, con un bagaje de izquierda que se diluyó en los feroces pies de foto anticomunistas que le endilgó el director de Tiempo.

La Prensa, uno de los diarios de mayor circulación en aquella época, se alineó rápidamente con el discurso de las autoridades y se limitó a aderezar los boletines oficiales antiestudiantiles como notas periodísticas. Su profusa cobertura abarcó el trabajo de diversos fotógrafos. Entre ellos, cabe destacar el caso de Enrique Metinides, el maestro de la nota roja en México en el siglo pasado, cuyas imágenes se exhiben actualmente como obras de arte en galerías y museos europeos y estadunidenses.

Resulta muy significativo el rastreo del trabajo de este autor en las páginas de La Prensa cubriendo simultáneamente los episodios estudiantiles y los casos policiacos cotidianos ocurridos en aquellos meses. La mirada del autor, especializada en narrar historias macabras y destacar el papel de los mirones en accidentes y desastres de toda índole, aplica las mismas premisas de encuadre y composición al contexto del 68, subrayando los efectos de la represión.

La revista Life en español rescató la tradición de las grandes revistas ilustradas y fomentó la construcción editorial de secuencias narrativas que contaron con la mirada de eficientes fotógrafos mexicanos, como José Dávila Arellano y Jesús Díaz, así como el contexto de corresponsales como Bernard Diederich, quienes mantuvieron cierta distancia respecto de las posturas oficiales y que los vinculan, en cambio, con algunos sectores de la opinión pública estadunidense. Los ejemplos abundan, la premisa es la misma: las coberturas son amplias y muy diversas, y como toda imagen, permiten lecturas diferentes. Aquí vamos a destacar aquella que se refiere a los contextos editoriales y los vínculos con el poder y, sólo mantendremos una distinción importante entre periódicos y revistas: los primeros se orientaron a la cobertura cotidiana de las noticias, mientras las segundas tuvieron el espacio y la pausa para construir narraciones y secuencias que dotaron de mayor contundencia a las imágenes.

Por lo general, los estudios historiográficos sobre el 68 han subestimado el papel de las fotografías y se han concentrado en otro tipo de documentos orales y escritos. No se trata de que las imágenes hayan estado ausentes en la reflexión de cronistas, escritores y académicos en estos 40 años. El problema reside en que han jugado un papel secundario, casi decorativo, para ilustrar las reflexiones y los planteamientos de los analistas.

* Este texto forma parte de un trabajo más amplio que el autor desarrolla en el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora, con apoyo del Fondo Sectorial de Investigación para la Educación, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.


Lista de entregas

En este espacio presentaremos diez entregas en las que vamos a invertir estas coordenadas para dar la voz al testimonio de los fotógrafos y al uso editorial de sus imágenes. Esta lectura resulta de gran importancia para comprender los distintos ángulos de percepción con que fue registrado el movimiento y la manera en que se fue construyendo un imaginario colectivo que influyó en vastos sectores sociales y que se ha ido reciclando a lo largo de cuatro décadas hasta convertirse en unos cuantos iconos.

La presentación de esta peculiar cronología pretende alejarse de los terrenos de la nostalgia conservadora para recuperar el espíritu lúdico y contestatario de un movimiento que puso las bases para una crítica del poder:

1. Los inicios de la rebelión estudiantil.

2.La marcha del rector.

3. La marcha del 13 de agosto: el movimiento a la ofensiva.

4. La concentración del 27 de agosto: el momento cúspide de la rebelión.

5. El 28 de agosto y el desagravio a la bandera: el movimiento a la defensiva.

6. La manifestación del silencio: última respuesta organizada del movimiento.

7. La ocupación militar de CU.

8. La batalla de Zacatenco, en el IPN.

9. La matanza del 2 de octubre en Tlatelolco.

10. Las secuelas de la represión.


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