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Tuesday, November 25, 2008

Mexicanos en el exterior!

Desbanca Cuau a Beckham


Fuente: El Universal
Houston, EU
Martes 25 de noviembre de 2008


El delantero mexicano del Chicago Fire se convirtió en el nuevo ícono en la liga estadounidense, incluso fue el jugador que más souvenirs vendió en la temporada


La temporada 13 de la Liga de Fútbol de Estados Unidos (MLS) sepultó el reinado mediático de David Beckham, llevó al trono al mexicano Cuauhtémoc Blanco, consagró como el más valioso al argentino Guillermo Barros Schelotto y proporcionó su tercer título en seis años al venezolano Alejandro Moreno.

La estrella británica fichada con mucho ruido por el Galaxy, se apagó al tiempo que Blanco, líder del Chicago Fire en su segunda temporada en Estados Unidos, se erigía como el más vendedor de la Liga, que finalizó el domingo pasado.

El Crew de Columbus, que nunca había podido ganar un título de campeón de la MLS, se impuso en la final al Red Bulls de Nueva York, donde quedaron frustrados el goleador colombiano Juan Pablo Ángel y su compatriota, el entrenador Juan Carlos Osorio.

Ángel llegó a la final con la pólvora mojada, pese a que en la temporada sobresalió entre sus compañeros de ataque con quince dianas.

Beckham, de 33 años, nunca fue factor ganador para el Galaxy y a su partida dejó cinco goles y diez asistencias en 27 partidos que disputó en la temporada, magro balance para quien cobró 6,5 millones de dólares de salario por temporada y tuvo en el banco como entrenador hasta el 12 de agosto pasado a Ruud Gullit.

El holandés renunció al acumular siete partidos seguidos sin victoria y caer al undécimo puesto entre catorce equipos. Con él se fue el gerente general del Galaxy, el ex mundialista Alexi Lalas, quien había apostado por 'el sueño americano' de Beckham.

Mientras que el Fire de Blanco mantuvo su condición de equipo ganador hasta la final de la Conferencia Este, que perdió con los nuevos campeones de la liga, el Crew de Barros Schelotto, el Galaxy de Beckham se quedó fuera de la liguilla de campeonato por segundo año consecutivo.

El Fire contó en los últimos meses con la conducción del entrenador costarricense Dennis Hamlett, llamado a suplir al colombiano Osorio, quien pasó a los Red Bulls.

Blanco, de 35 años, marcó siete goles en 27 partidos y dio 11 asistencias, además de consolidarse como el jugador al que más querían ver los aficionados de todos los equipos, y el rival más antipático para los defensores adversarios.

Lo opuesto al fracaso deportivo del Galaxy lo mostró el Crew de Columbus, que tuvo el acierto de fichar a Barros Schelotto, nada expresivo para los organizadores del marketing pero muy elocuente con el balón en sus pies.

Por sus diecinueve asistencias de gol, tres de ellas en la final de la MLS, y sus siete goles en 27 partidos, el ex jugador del Boca Juniors fue, sin discusión, el profesional que hizo la mejor aportación futbolística a la MLS con el Crew, aunque para ello tuvo la aportación del cañonero Alejandro Moreno, de 29 años.

El punta venezolano, que en la temporada regular marcó nueve tantos, sumó a su vitrina el tercer título desde que llegó a Estados Unidos, en 2002.

El ex jugador del Galaxy de Los Ángeles dio la vuelta olímpica con el Earthquakes de San José, y el Dynamo de Houston.

Barros Schelotto, de 35 años, se alzó en su segunda temporada no solo con el premio al Jugador Más Valioso (MVP) del año. También se quedó con el mismo premio de la final que el Crew ganó al Red Bulls.

De esta forma se convirtió en el segundo futbolista de la historia de la MLS que lo logró los dos en la misma temporada.

El primero en conseguirlo fue el portero estadounidense Tony Meola, en 2000, y el delantero guatemalteco Carlos 'Pescaíto' Ruiz, que lo hizo en 2002.

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Heroísmo, en medio de la tragedia
Cristina Pérez-Stadelmann
Fuente: El Universal

Martes 25 de noviembre de 2008

Envuelto en llamas, Rodrigo pedía ayuda... y tuvo suerte. En su camino apareció Moisés, un joven de 23 años, que lo auxilió para que el fuego no lo devorara. “Me gritaba que no lo abandonara”, recuerda Moisés

Era la trágica tarde del 4 de noviembre sobre la calle Monte Pelvoux. Acababa de desplomarse la aeronave en que viajaban el secretario de Gobernación y ocho personas más. A 21 días, Rodrigo sigue grave, pero su familia se siente en deuda permanente con Moisés, por haber arriesgado su vida por Rodrigo.

Dos jóvenes, Rodrigo, de 28 años, y Moisés, de 23, coincidieron la tarde del 4 de noviembre como consecuencia de la caída del Learjet 45 en la ciudad de México.

No eran los rumbos donde Moisés vende zapatos, pero esa tarde se había citado con un amigo a la vuelta de Monte Pelvoux para recibir 100 pesos prestados y poder comer algo ese día y quizá el resto de la semana.

En eso estaba, decidiendo qué comer, cuando vio caer el avión.

Mientras, Rodrigo, ingeniero industrial, estaba en la calle tomando un poco de aire, después de una negociación complicada y exitosa en la empresa inmobiliaria en la que labora: una de las 400 empresas más importantes del mundo.

Primero fue la explosión. Después, a decir de Moisés, el cielo se tiñó de un verde fosforescente; humo; gritos; el apagón de la zona; la oscuridad; el caos; y enseguida Rodrigo, completamente prendido en fuego corriendo hacia él pidiendo auxilio.

“Me gritaba que no lo abandonara. Lo dijo cientos de veces. Me hizo prometerlo. Me pedía que lo apagara. Le pedí que se tirara al suelo y con mi chamarra intenté sofocar las llamas. Su cuerpo estaba completamente quemado, sangrado. Ya no traía la parte de atrás de su traje, solo la de enfrente. Su pelo estaba quemado. Sus piernas, sus brazos, sus manos, todo estaba sangrando. Consumido. Tomé su celular. (A pesar de su gravedad, Rodrigo iba indicándome qué hacer, y a quién llamar).

Llamé a su madre para decirle que su hijo estaba conmigo, que había sufrido un accidente, que estaba muy grave. Su madre no me creía. Tuve que llamarla más de siete veces. Ella pensó que se trataba de una extorsión telefónica o de un secuestro”, recuerda Moisés.

En seguida, Moisés decidió acercarse a una ambulancia para pedir que subieran a Rodrigo.

— ¿Es usted su familiar? —le preguntó un paramédico—. Si no lo es, no podrá subir a la ambulancia.

—Sí lo soy —respondió Moisés.

No lo era. No era su familiar. Nunca antes lo había visto.

Pero a su decir, mintió para poder acompañar a Rodrigo hasta el hospital.

Le había prometido no abandonarlo. En la ambulancia ayudó a desprender la ropa pegada a su cuerpo; por indicaciones del paramédico comenzó a hacer preguntas con tal de que Rodrigo no desfalleciera. Una pregunta tras otra. Era importante que permaneciera lúcido. Le preguntó por su color favorito. Rodrigo respondió que era el azul. Le preguntó qué era lo que más le gustaba hacer. Rodrigo respondió que trabajar. … y así hasta llegar a la sala de urgencias. Esa fue la última vez que lo vio.

En la Cruz Roja había reporteros de distintos medios y fue entonces cuando Moisés pidió a una reportera que se comunicara directamente con la mamá de Rodrigo para que ella le explicara lo que había ocurrido. Doña Guadalupe salió del impacto y se dirigió hacia la Cruz Roja de Polanco, también con un desconocido a quién subió a su coche para que la llevara.

A pesar de conocer la ciudad de México, Doña Guadalupe había olvidado el camino.

Ahí estaba Moisés en urgencias, esperando a Doña Guadalupe para entregar el celular y la cartera de Rodrigo. Una cartera, por cierto intacta.

Han transcurrido 20 días del fatídico accidente aéreo. Ayer, EL UNIVERSAL se entrevistó con la familia de Rodrigo, que está en Toluca, en la Unidad de Niños Quemados Nicolás San Juan. Los padres de Rodrigo viven en Cancún.

Rodrigo está muy delicado —“entre la vida y la muerte”—, como dice su padre Joaquín García Santoveña; pero cada uno de ellos: es decir, Doña Guadalupe; Joaquín hijo; María Guadalupe; Laura; Érika, y Sofía, quieren agradecer a Moisés el que hubiera asistido en todo momento a Rodrigo, rebasando aún los límites seguros de su propia vida.

Lo único que pide Moisés, es poder viajar a Toluca, para saber cómo sigue Rodrigo.

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