Por Marco Rascon
Fuente: La Jornada
En reconocimiento a que haya superado su “ni los veo ni los oigo” de aquel primero de noviembre de 1994, no podíamos dejar de comentar su reciente libro y sus precisiones.
Como he sostenido en este espacio, creo que efectivamente hubo más diferencias entre el sexenio 1988-1994 y el presidido por Ernesto Zedillo que entre este último y el de Vicente Fox. La continuidad en las políticas económicas están a la vista e inclusive fue definida como una “política de Estado inamovible”, cuyo origen se encuentra en las políticas de ajuste, concertadas con el Fondo Monetario Internacional en 1977, así como en los “pactos económicos” para la “austeridad” y la “estabilidad económica”, los cuales determinaron topes salariales y miles de despidos, la autonomía del Banco de México para la política monetaria y todas las privatizaciones logradas e intentadas desde 1988 hasta nuestros días.
En política social queda consignado que el inicio del paso hacia la individualización de los problemas y el auge de la filantropía, la aparición de las “fundaciones privadas” como expresión de la “sociedad civil”, sustituyendo el papel de las instituciones de bienestar del Estado, se dieron en el sexenio que comenzó en 1988. Lo que ve y defiende Carlos Salinas como “liberalismo social” contra el individualismo neoliberal, es la puerta que él abrió y que hoy se ve desastrosa. Lo que Salinas ve como “populismo” no es más que un complemento de la política neoliberal, mediante el uso del presupuesto, pero que no crea riqueza ni producción, sino únicamente atenúa los efectos de una política económica basada en el mercado.
Las medidas privatizadoras que dieron inicio en su gobierno fueron las que abrieron la puerta y fueron justificadas desde entonces como la vía para pagar “íntegramente la deuda interna” a una oligarquía a la que se le vendía barato y se le compraba caro, como fue en el caso de los bancos expropiados en 1982. Justificar con ello el pago de la deuda interna trae a la mente el caso de una costurera a la que le vendieran su máquina de coser: le dieron para sobrevivir un tiempo breve por su activo, pero la condenaron a vivir de la caridad o con una despensa.
Bajo las políticas neoliberales de desmantelamiento y privatización, como fue la reforma al artículo 27, se produjo migración, así como riqueza y pobreza extrema.
Sobre las privatizaciones y su carácter monopólico habría que recordar las tarifas telefónicas tras la privatización en comparación con el resto del mundo; el costo de las comisiones bancarias y el crédito en México y la concentración de concesiones de radio y televisión, incluyendo la venta de Imevisión a Tv Azteca, donde participó su hermano Raúl con préstamos para su compra ampliamente documentados y aceptados por ambas partes y que aún se encuentran en litigio.
Por ello sostenemos que la diferencia entre el neoliberalismo de Carlos Salinas y el de Ernesto Zedillo y sucesores, es que el primero privatizó, pero no abrió, y los otros caminan al ritmo que marca el consenso de Washington en todos sus términos políticos y económicos, lo que nos convierte, como señaló Adolfo Aguilar Zinser, en el patio trasero de Estados Unidos.
Sobre los términos en que se firmó el Tratado de Libre Comercio, que fueron contrarios a nuestra soberanía económica, y que, como el mismo Salinas reconoce al decir que no éramos un socio “al tamaño y poderío del estadunidense”, por tanto sólo “se optó (…) por un tratado comercial y no uno de integración política”, esconde los términos del debate entre 1989 y 1993, cuando se planteaba que un tratado de esa naturaleza debía integrar la libertad migratoria y el trabajo igualando salarios en los tres países. Eso no era afectar la soberanía, sino hacer un tratado justo para todas las partes. Por eso, coincidiendo con Salinas, el viejo aparato sindical de México, ante los llamados del sector laboral estadunidense para elevar los salarios, planteó (Fidel Velázquez y Francisco Hernández Juárez se lo dijeron al representante de la Unión de textileros del país vecino) que “nuestros salarios (bajos) eran un asunto de soberanía”.
Ése fue el problema y la responsabilidad del gobierno salinista al conducirnos a un acuerdo limitado y no integral como en aquel momento planteábamos desde el PRD y que hoy nos hace importadores de los granos y materias primas que antes producíamos.
En mi artículo de la semana pasada me faltó decir que si el licenciado Carlos Salinas hubiese gobernado con la filosofía y visión que plasma en su último libro: defendiendo la soberanía, modernizando al país para ser competitivos, negociando las reglas del TLC en función de los intereses nacionales y fortaleciendo las instituciones de bienestar social (que él llama liberalismo social) contra el individualismo filosófico neoliberal; si no nos hubiera perseguido como nos persiguió durante su sexenio (600 muertos), otro hubiese sido el país. Sostengo: la nación se debate entre un neoliberalismo primitivo, cerrado y proteccionista, y uno que empuja por la integración trasnacional y global. Ninguno de los dos beneficia a México.
*****************Yes, can we? .... Si se puede!
Estamos frente a la creación de un gran liderazgo carismático en un lapso récord. Estamos también frente a un conjunto de transformaciones en la sociedad estadunidense sin cuyo concurso ese liderazgo no habría surgido. Una mujer y un negro en la contienda por la nominación del Partido Demócrata es una inequívoca señal de que transformaciones mayores en la base de la sociedad han ocurrido. Ambas campañas tendrán un efecto cultural de gran calado.
Ambas cosas son para celebrarse en grande, no importa cuál pueda ser el impacto que la eventual elección presidencial de Obama tenga sobre México. Son visibles los impactos culturales de muy alto alcance para las mujeres, acaso más localizadamente en Estados Unidos, pero de mayor profundidad puede ser ese impacto cultural sobre los negros del mundo. Yes, we can penetrará hasta los huesos, a ritmos distintos, en culturas y espacios sociales negros, probablemente en todo el planeta. La liberación de las masas –Marx dixit– es obra de las masas mismas; nadie hará el trabajo por ellas, pero las transformaciones que impulsan los cambios siempre llegaron por puertas inesperadas, insospechadas. Ninguna sociedad está necesitada de un cambio tan profundo de orden cultural, para echarse a andar, como las sociedades negras del planeta. Ello es suficiente para celebrar el punto hasta el que ha llegado Obama.
La compuerta que dio paso a las transformaciones sociales en curso en Estados Unidos se abrió en Iowa.
“… En esta noche de enero –en este momento definitorio de la historia– han hecho ustedes lo que los cínicos decían que no podríamos hacer. En filas que se han extendido en torno a escuelas e iglesias, en pequeñas y grandes ciudades, vinieron ustedes como demócratas, republicanos e independientes para alzarse y decir que somos un único país, que somos un pueblo y que ha llegado nuestro momento de cambio. Han dicho ustedes que ha llegado la hora de superar la amargura, la mezquindad y la rabia que ha consumido Washington; de acabar con la estrategia política basada en la división y de optar por otra basada en la adición; de construir una coalición por el cambio que se extienda por los estados republicanos y demócratas.
“Elegimos la esperanza en lugar del miedo. Elegimos la unidad en lugar de la división, y también elegimos enviar un poderoso mensaje de que el cambio está llegando a Estados Unidos. Han dicho ustedes que ha llegado el momento de comunicar a los lobbistas, que creen que su dinero y su influencia hablan más alto que nuestras voces, que no son ellos los dueños de nuestro gobierno, que somos nosotros, y que estamos aquí para recuperarlo. Ha llegado el momento de un presidente que sea honrado con las opciones y los desafíos a los que nos enfrentamos; que los oiga y aprenda de ustedes incluso cuando estamos en desacuerdo; que no sólo les diga lo que ustedes quieren oír, sino lo que deben saber.
“Seré un presidente que hará por fin asequible y disponible la asistencia sanitaria para todos los estadunidenses, del mismo modo que amplíe la asistencia sanitaria en Illinois, uniendo a demócratas y republicanos para hacer el trabajo. Seré un presidente que pondrá fin a las amnistías fiscales para las compañías que trasladan nuestros puestos de trabajo al extranjero y crearé una reducción fiscal dirigida a la clase media y que vaya a parar a los bolsillos de los trabajadores estadunidenses que la merecen. Seré un presidente que aprovechará el ingenio de agricultores, científicos y empresarios para liberar a este país de la tiranía del petróleo de una vez por todas. Y seré un presidente que pondrá fin a la guerra de Irak y traerá los soldados a casa; que restaurará nuestra posición moral; que sabrá que el 11-S no es una forma de obtener votos a través del miedo, sino un desafío que debería unir a Estados Unidos y al mundo contra las amenazas comunes del siglo XXI: las amenazas comunes del terrorismo y las armas nucleares, el cambio climático y la pobreza, el genocidio y la enfermedad.”
Gran parte de la sociedad estadunidense sintió estas palabras en la médula de los huesos. Veremos si los cambios sociales en Estados Unidos alcanzan para que Obama intente llevar a los hechos lo que siente como necesidad.
Obama enfrenta a un mundo particularmente convulso y a un Estados Unidos diferente, no sabemos aún en qué medida. Irak, Irán, Oriente Medio, Cuba, el cambio climático, la pobreza, la energía, la crisis económica, el hastío de las clases medias, las reformas sanitarias, la inmigración, la renegociación de tratados comerciales, la diplomacia, la fuerza militar –como inmenso poder de facto–, el terrorismo internacional y más. Tendrá que transformar su mensaje de esperanza (We can change, decía al inicio de su campaña) en otro de confianza, explicando cómo enfrentará esos retos en el mundo multipolar del siglo XXI.
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