Por: Sara Lovera
MÉXICO, D.F., 7 de agosto (apro-cimac)
La señora Inés Alberdi, directora ejecutiva del Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), vino a esta reunión, precisamente para hacer sentir esta desgracia. Mucho tiempo se pensó que el sida era una enfermedad que se contagiaba únicamente entre homosexuales masculinos; luego entre personas con prácticas sexuales no tradicionales y más tarde se quiso dirigir hacia las personas adictas.
Pero es verdad que las mujeres, carentes de herramientas para tomar decisiones, se fragilizan a grados trascendentales para impedir ser afectadas por sus parejas: hombres cuya vida sexual jamás está en discusión.
La violencia, dijo la funcionaria, es causa y efecto del crecimiento exponencial de la enfermedad entre las mujeres, carentes, en la práctica, en pleno siglo XXI, de reconocimiento a su ser de humanas.
Pero no es solamente preocupación de UNIFEM, según el informe detallado y que preparó el Instituto Nacional de Salud Pública, el riesgo para las mujeres, especialmente las amas de casa, que en general tienen relaciones sexuales con una sola persona a lo largo de su vida, es un tema que recorrió ya los primeros exámenes de la pandemia que comenzaron la semana anterior en todos los espacios.
Este factor de desigualdad afecta también a la juventud, la que, según los expertos, es la más expuesta por el hecho de que se comienza la vida relacional sexual entre los 14 y 16 años, al menos así sucede en México, y cobra sus mayores víctimas entre las mujeres. Los datos indican que 60% de estos jóvenes infectados son mujeres.
Lo que esos resultados indican es que a pesar de más de 30 años de parafernalia institucional y no gubernamental en pos de la igualdad entre hombres y mujeres, se avanza sólo superficialmente, en el discurso y las políticas públicas, las acciones, los presupuestos, dejan mucho que desear.
Las mujeres nos hemos incluido en la vida pública. Nuestros derechos fundamentales están en una multitud de leyes, empezando por la Constitución, pero no se respetan ni en la vida pública ni en la vida privada.
Hoy se trata de reconocer esa realidad, que afecta, según ONUSIDA, a 500 mil mujeres en América Latina; a más de 48 mil en México, las cuales ni siquiera saben que están infectadas; a miles y miles de mujeres en las fronteras, sujetas a mayores riesgos; y aquellas que viven en las comunidades de donde parte la migración a Estados Unidos.
Supongo, por la pericia con que se ofrece información estos días de conferencia mundial, que hace mucho tiempo que las autoridades de Salud lo saben y, sin embargo, por lo visto, no existe voluntad política para frenar esa desigualdad que tiene efectos devastadores. Uno lo es el contagio del VIH, pero también el de Infecciones de Transmisión Sexual que van en aumento.
Desde hace algún tiempo ha surgido información aislada en la que se alerta que de que en México volvió la sífilis (popular en los años 40) y se conecta el problema con el del virus papiloma humano, ambos flagelos relacionados con la falta de higiene, prevención y cuidado en las relaciones sexuales.
El problema es la pichicatería mental y política para hablar de la sexualidad humana, tan rodeada de prejuicios, miedos, cortinas de humo e ignorancia que dieron todas las batallas para que se disminuyeran las campañas de uso del condón, apenas reanudadas tímidamente este año; la lucha de los conservadores por ocultar lo que dicen las encuestas, jóvenes en relaciones sexuales y en riesgo; aborto clandestinos millonario; mortalidad materna persistente.
El otro factor que contribuye, aunque en una escala menor, según los estudios, es el de las adicciones, esas que forman parte del único problema que nos parece rodear, el de las drogas. Pero es en serio. Los expertos que estos días hablan tanto de la pandemia, dijeron --según escuché en la reunión ministerial de Educación y Salud; en la que se hizo entre “primeras damas” y líderes sociales; en los recuentos de la sociedad civil, en las preocupaciones de Naciones Unidas--, que el contagio por relaciones sexuales es poco mayor a 98%.
No se trata de otra cosa. Las relaciones sexuales rodeadas de prejuicios, son una actividad humana fundamental, diaria, necesaria, proveedora de vida, de felicidad y desarrollo, que sigue siendo pensada como vergüenza, como dijo aquí el jefe de la oficina de la ONU, al señalar que hablar de sida es hablar de “nuestras vergüenzas”; y se refirió a la vida diaria: infidelidad, homosexualidad, transexualidad, promiscuidad, “extramaritalidad” y relaciones sexuales duras y puras.
Así es. No sabemos si no habría promiscuidad, pienso, pero la hay porque no hay vivienda; no sabemos si no la habría, pero no hace mucho tiempo que se sabe que muchas amas de casa completan el gasto familiar con trabajo sexual; no habría quizá prostitución, si ello no estuviera anclado en la disminución y violencia contra las mujeres y no habría riesgo sin esa violencia, que dijo Inés Alberdi, pone en riesgo a las mujeres porque el sexo forzado produce heridas físicas, produce alta vulnerabilidad, forcejeo, ruptura de la piel, por donde la temible infección se cuela en el cuerpo de las mujeres.
Sabemos que nuestra sociedad, profundamente autoritaria y antidemocrática, no puede ver que esa realidad existe. Pero son las autoridades las responsables, con tantos estudios, de tomar medidas urgentes.. No se puede ser banal en estos casos, ni hacer anuncios numéricos exagerados y falaces, sólo para jalar prestigio y dinero internacional. ¡Cuidado! Nos pueden estar engañando.
Escuché como se defendió el subsecretario de Salud, Mauricio Hernández --presionado por la derecha--, por haber distribuido 30 millones de condones; y tampoco me sirve el convenio con un sólo laboratorio o siete, anunciado por el secretario de Salud, José Ángel Córdova, para obtener medicamentos necesarios a menor precio, que parece muy interesado y tiene buenas intenciones, pero que cree que la píldora del día siguiente deja sin defensa a muchas mujeres y causa o abre causas a la infección..
Y es que la píldora tiene que ver con el aborto y eso, ese tema, como todos los relacionados con la libertad sexual les parecen inaceptables. De salud reproductiva y sexual, ni hablar; de libertad de las mujeres para tomar decisiones, nada.
Y digo nada porque a cada paso, todos los días, frases, medios, familias, están reafirmando los papeles subordinados de las mujeres; la disminución de la capacidad en la infancia y la adolescencia para tomar esas decisiones y unas y otros son permanentemente excluidos de la educación y la información.
Hablar de sida es hablar de la realidad, y no de las vergüenzas. La monogamia es una quimera inventada por la Iglesia católica, entre otras; el deseo y el placer son motor humano indiscutiblemente. Reconocer esto es una revolución que urge, porque si no, seguirán muriendo muchas bellas, productivas y amadas personas.
VIH-Sida, las dimensiones de la epidemia
Por: Jenaro Villamil
MEXICO, D.F., 5 de agosto (apro).- Desde su aparición en el mundo hace 26 años, el sida se convirtió en una de las epidemias más devastadoras del mundo reciente. El síndrome atacó en el centro de las contradicciones contemporáneas: la enorme desigualdad mundial; el menosprecio de los gobiernos al derecho a la salud; la voracidad de las grandes compañías farmacéuticas, y la suma de prejuicios relacionados con la sexualidad, provocaron la constelación de los principales afectados.
Ser africano, pobre, migrante, homosexual y mujer vulnerable frente a sus parejas que reclamaron sexo sin protección, se convirtió desde entonces en el coctel más peligroso para la progresión de la enfermedad.
Con celeridad, el mundo científico descubrió el agente causante –el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)--, pero hasta ahora la vacuna está lejos de ser descubierta. Un fenómeno paralelo se generó a raíz de que en 1996 se descubrieron los fármacos que, combinados, convirtieron al sida de enfermedad mortal a padecimiento crónico. A pesar de esta gran noticia, en el mundo más del 82 por ciento de las 33 millones de personas que viven con VIH no tienen acceso a los medicamentos. Y en la mayoría de los países las estrategias de prevención se han topado con el muro de prejuicios morales que se han levantado para frenar la expansión de la epidemia.
Por ser una enfermedad relacionada íntimamente con la sexualidad, el VIH-Sida se volvió en una “enfermedad moral” y no en una simple epidemia o enfermedad crónica, como en el caso de la diabetes u otros padecimientos que requieren una medicación permanente. La discriminació
Por estas razones, la XVII Conferencia Internacional de VIH-Sida que se realiza en la Ciudad de México tiene como consigna: “Acceso Universal, ¡Ya!”. La frase se refiere a la necesidad de lograr que, para el 2010, por lo menos el 80 por ciento de las 33 millones de personas que viven actualmente con el VIH puedan acceder a los medicamentos.
Sin embargo, la meta difícilmente se cumplirá en menos de dos años. Los más optimistas calculan que, si acaso, se logrará que el 70 por ciento de la población afectada tengan acceso a los medicamentos. Para lograrlo, se requeriría una inversión mayor a los tres mil millones de dólares. Esta cifra es apenas el 1 por ciento de lo que Estados Unidos ha invertido en gasto militar y en la invasión a Irak desde 2004. Por supuesto, la guerra es mejor negocio que enfrentar una epidemia que afecta, incluso en Estados Unidos, a 1 millón 200 mil personas, según las cifras oficiales.
El expresidente Bill Clinton reprochó al gobierno de George W.. Bush que permitiera un subregistro de cerca de 40 por ciento en ese país. Es decir, estaríamos hablando de más de 1 millón 600 mil personas que viven con el virus en la mayor potencia del mundo.
Otras cifras revelan las dimensiones más preocupantes de la epidemia:
1.- Entre 2002 y 2007, el número de personas con acceso a medicamentos se multiplicó por diez, hasta llegar a tres millones de personas en países de desarrollo medio y bajo, pero esta expansión no se dio en regiones como Africa Subsahariana. En esta región se encuentra el 90 por ciento de los infantes que en 2007 adquirieron el VIH.
2.- Diariamente, tan sólo en 2007 se registraron 7 mil 400 infecciones nuevas. En total, fueron 2.7 millones de personas que se integraron a la lista de personas que viven con el VIH. En relación con 2006, hubo 200 mil fallecimientos, lo que significa la necesidad de mayores inversiones para personas que vivirán con el virus más de 30 años.
3.- El tercer punto más importante en relación con el VIH es la necesidad de acceder a las distintas terapias. Existen actualmente 91 medicamentos relacionados con la enfermedad, pero sólo el 17 por ciento de los enfermos en todo el mundo tienen acceso real a las distintas variedades de medicamentos.
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