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Friday, March 28, 2008

Luis Gonzalez escribe sobre AMLO y su propuesta de esconderse entre enanos y enaguas!

El PRID y su pestilencia
Por Luis Gonzalez de Alba


“Lo que ocurrió en estados como Chiapas debe avergonzarnos a todos los perredistas: fue el regreso a las peores tácticas del PRI”, eso dijo Alejandro Encinas a Ciro Gómez Leyva.

No, Alejandro, no es un regreso: es el PRI actuando como PRI; es el PRI –con que ustedes asfixiaron al PRD– empleando sus tácticas de siempre; ésas por las que ustedes lo invitaron y hoy se espantan.

No: no es que el PRD haya recurrido a vergonzosas tácticas ajenas, las del PRI, sino que ustedes lo rellenaron con la bazofia del PRI resentido por falta de hueso, con las corporaciones priistas hoy a cargo de Padierna y Bejarano. Y una vez dentro no deberían asombrarse de que haga lo que siempre ha sabido hacer.

Para sólo citar los nombres más conocidos: se llevaron a Manuel Camacho, uno de los alquimistas del fraude contra Cárdenas en 1988, y con él a Ebrard y su prole. Pero éstos son priistas civilizados, hasta hablan de corridito. Después abrieron la puerta al PRI matraquero en todo su apogeo, desde Leonel Cota, a quien impusieron como presidente pelele del PRD cuando no sabía ni el significado de las siglas (lo llamó alguna vez Partido Revolucionario Democrático, lo cual, dicho sea de paso, suena mejor); luego jalaron a Arturo Núñez: coordinador de los diputados del PRI en 1997, precandidato a gobernador de Tabasco, por el PRI, en 2000, a él con toda su runfla; por último, pero no última vez en su historia, hicieron senador por el PRD a quien habían acusado de mandar asesinar campesinos perredistas, al delincuente electoral que ya hasta el PRI ignoraba, pero el más hábil a la hora del fraude, a José Guadarrama. Lo jalaron al PRD por ser inmejorable para el fraude. ¿O tiene Guadarrama alguna otra virtud muy, pero muy oculta? Superaron aquel récord de hacer senadora a la amante de Díaz Ordaz. Y parecía imposible.

No hubo “regreso a las peores tácticas del PRI” en la elección interna del PRD, como lamenta Encinas. Nada de eso: el PRI, al que le dieron todo, incluida la presidencia del partido (nominal, porque el presidente es otro) hizo lo que ha hecho siempre. Así de simple.

Ayudado por sus intelectuales más envilecidos por la soberbia, el resentimiento y la senilidad, el PRD ha hecho de Manuel Bartlett, a quien por decenios acusó de ser el principal responsable del fraude en 1988, nada menos que un demócrata que hasta llamó a votar por el PRD. Han batido mierda y hoy se asustan de apestar.

¿Y qué si el mal es de todo el país? ¿Y qué si también el PAN y el PRI bla, bla? Por supuesto es verdad: el mal es de los mexicanos. Las raíces históricas de nuestro atraso político nacional han sido precisadas con nitidez en la última serie de Héctor Aguilar Camín. Pero alguna vez creímos que la izquierda era distinta. Lo parecía mientras no tuvo poder ni dinero.

Los que hacemos la crítica de la izquierda es porque nos importa la izquierda. No tengo el más remoto interés en denunciar incongruencias de ultraderecha entre tecos de la UAG. El cardenal de aquí, de allá o de acullá me tiene sin cuidado, como todas las iglesias: son gente de antemano perdida para el desarrollo del país. Punto.

Pero, desde un gobierno de “izquierda”, Encinas pagó las enormes estructuras de metal y lona que, contra leyes y reglamentos, cerraron por meses las avenidas Juárez y Reforma en el DF; López Obrador hizo secretos por diez años los costos de los segundos pisos, entregados sin concurso a quien le prometiera apoyo. Trató a su preso político, Carlos Ahumada, como jamás nos trató el régimen de Díaz Ordaz, según le consta a Encinas que entraba a visitar a Pablo Gómez cuantas veces quería. Lo más molesto que le llegó a ocurrir fue que los celadores le cortaran el pastel para Pablo en busca de armas. Ni sombra del trato ruin que propinaron a Ahumada. No es el PRD igual que el viejo PRI: es peor, muchísimo peor. Y duele más cuando el criminal es de la familia, no un enemigo.

AMLO ENTRE ENAGUAS. Todos los cobardes han tenido la misma idea: ocultarse tras las enaguas de mujeres para, a la hora de los toletazos, gritar (desde atrás): ¡Cobardes!

¡Golpean a mujeres!

Y no pocas mujeres dan el paso siguiente: llevar a sus hijos para hacer otro tanto y acusar a las “fuerzas represivas” de golpear niños.

A estas heces llaman “izquierda”, y en la corte, puede oírse, se comen las eses.


Mi página: www.luisgonzalezdealba.com

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El huevo que pusimos
Por Luis Gonzalez de Alba


Lo repito: la izquierda estudiantil de hace 40 años puso buena parte de los cimientos de la democracia que comenzamos a vivir, pero también creamos prácticas y lenguajes que ahora se revierten contra la misma democracia. De aquellos grupos surgieron las publicaciones y los partidos políticos de hoy, pero también la tolerancia al delito envuelto en retórica marxoide.

En la Facultad de Filosofía y Letras hubo, hasta 1966, un cubículo dispuesto por las autoridades para el funcionamiento de la representación estudiantil. Ésta se ganaba en elecciones al comenzar los cursos y se denominaba “Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos”. Servía para tratar con la Dirección asuntos generales, como quejas por maestros faltistas o por escasa limpieza en los excusados. Nada, pues. Pero daba cierto lustre. En 1966 el comité ejecutivo estaba presidido por Germán Dehesa. Un grupo político de escasa consistencia ideológica, pero que se proclamaba de izquierda, el Miguel Hernández, ganó la representación al año siguiente, con Roberto Escudero a la cabeza. Hicimos muchos y buenos actos públicos: un recital de Octavio Paz, mesas redondas por el centenario de El Capital, y varios actos contra la guerra de Vietnam. Así que al año siguiente volvimos a ganar, conmigo encabezando la planilla.

Entonces comenzó lo que ahora es un inocultable desastre. Como todos los años, varios miles de jóvenes no fueron admitidos a la UNAM porque habían reprobado el examen de admisión. Una parte del comité se presentó a los mítines de los rechazados y les ofreció las aulas de la Facultad de Filosofía. El argumento era simplón: el pueblo pagaba los costos de la UNAM, luego sus hijos no podían ser excluidos. El asunto se debatió en el Miguel Hernández y perdimos los que sosteníamos una postura “burguesa”: quien no pasara tan sencillo examen, no podría con una carrera.

El cubículo del comité ejecutivo se convirtió en oficina de lo que sería el germen de la Prepa Popular. De todos los colores de la izquierda llegaron militantes a ofrecer sus “cursos de preparatoria” a los rechazados. Tomaron los salones de clase porque eran del pueblo. Las autoridades de la Facultad, intimidadas por el gran número de jóvenes asistentes a esos cursos y por el lenguaje con que se defendía su presencia, no hicieron nada.

Pero el primer error se había cometido antes: cuando, recién llegado de Guadalajara, me acerqué al grupo Miguel Hernández, me sorprendió lo colorido y variado de sus miembros: había niñas bien típicas, muchachos instruidos como Roberto Escudero, Jesús Anaya y Julián Meza, un priista liberal como Nacho Osorio y una runfla de patanes, verdadera corte de los milagros, a quienes llamaban “Los Dragones” porque el más reconocible era un estrafalario personaje apodado El Dragón. Entonces no lo sabía, pero constituían el mejor ejemplo de lo que Marx y Engels “llaman lumpenproletariado” o proletariado andrajoso, y tanto ellos como Lenin previenen contra los peligros de asociarse a eso.

Los “dragones” y una facción maoísta nos desbancaron y comenzó el reparto de la Facultad para los diversos grupos. Con la entrega de un edificio a la Prepa Popular por parte de la Rectoría salieron los rechazados, que cada año eran más. Pero vino 1968. Las representaciones estudiantiles pasaron a ser comités de huelga. Al volver a clases, con los dirigentes encarcelados, se denominaron “comités de lucha”, y nunca más hubo elecciones porque eran pequeñoburguesas.

Cuando salimos de la cárcel, en 1971, ya las diversas guerrillas comenzaban su acción y se alimentaban de las universidades públicas, entre ellas la UNAM. Entonces cometimos un error en el que todavía algunos de mis compañeros persisten: no hace mucho, un par de años, uno de mis amigos, ex diputado, todavía llamaba “luchadores sociales” a quienes secuestran, asaltan y asesinan con oratoria marxista. De ahí a un campamento de las FARC no hay sino un paso, un vuelo, con boleto pagado por los comités bolivarianos de Chávez.

Van con la bendición de una intelectualidad que ya declara y publica su rechazo a toda ética y su fe en un realismo hasta la autodenigración o, como dice un amigo, hasta la auto-meada.

MOURIÑO. Bien que se le exija transparencia.

¿Y cuándo nos permitirá el PRD conocer los costos de los segundos pisos de López, construidos sin licitaciones públicas?

¿Por qué son secreto oficial por diez años? ¿Qué ocultan?

Luis Gonzalez de Alba

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